jueves, 5 de junio de 2008

Política exterior: una guerra no tan fría

Muchos hablan de una nueva Guerra Fría. Se trata de una guerra avisada. Lo que no se conoce es la intensidad y el posible desenlace. Por ahora, Occidente ha visto con sorpresa cómo en el último año el presidente Vladimir Putin ha endurecido tanto su política interna como exterior.

El asesor de Putin en relaciones internacionales, Sergei Prikhodko recientemente admitió que las relaciones Este-Oeste nuevamente se habían enfríado. Esto alimentó la visión de que hemos entrado en una nueva Guerra Fría. Pero nada más lejos de la verdad, asegura el experto en temas internacionales de la BBC, Paul Reynolds. Según Reynolds, esta es una nueva situación en la cual Rusia no es un enemigo, aunque tampoco puede ser descrito como amigo cercano. "Se trata más bien de un competidor", señala Reynolds. "Uno que juega de acuerdo a ciertas reglas internacionales y a otras, que se ha inventado para sí mismo".

Putin ha endurecido tanto su politica doméstica como externa. Para el Kremlin la respuesta es simple: Estados Unidos no ha cesado en su ambición de querer contener a Rusia. Y según Prikhodko, una prueba de esto es la expansión de la OTÁN hacia el este. De lo que no cabe duda, es que lo que está pasando ahora con la política exterior rusa es un cambio definitivo con los años de Boris Yeltsin, quien era complaciente y parecía hacer casi todo lo que Occidente le pedía. Vladimir Putin le puso fin a todo eso. Desde su llegada al poder en 2000, progresivamente ha llevado a su país a una posición distinta.

Si bien es cierto que la posición de Moscú se ha endurecido a nivel internacional, no se puede decir que su intransigencia ha sido constante. Es verdad que Putin ha sido muy crítico de Washington y se ha opuesto a Occidente en una serie de políticas clave, como la independencia de Kosovo o el sistema de defensa de misiles que Estados Unidos planea instalar en Polonia y la República Checa.

Putin incluso ha amenazado con orientar sus propios misiles contra posiciones dentro de Europa.
Pero de otro lado, y como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia ha cooperado con varios casos difíciles, como el de las sanciones contra Irán y contra Sudán, por el caso de Darfur.
Según Tim Whewell de la BBC, la mejor oportunidad para enganchar a Rusia en un diálogo constructivo con Occidente se produjo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. En ese momento, Putin fue el primer dignatario internacional en llamar al presidente Bush. Lo que él propuso en ese momento fue llevar a cabo una guerra contra el terrorismo de manera conjunta. Se sabe que en ese momento Putin no exigió nada a cambio, pero ciertamente esperaba que Washington cambiara su posición frente a la criticada guerra contra Chechenia, y que el proceso de expansión de la OTÁN llegara a su fin.

Pero nada de eso sucedió. "Nosotros esperábamos mucho más ... esperábamos cooperación y no competencia", señala Sergei Prikhodko. Para Rusia, la competencia por mayor influencia global se hizo más intensa después del 11/9. Y quizás los ejemplos están ahí. En 2004 la OTÁN volvió a expandirse. Esta vez para incluir a siete países más. Tres de ellos, los estados bálticos, habían sido parte de la Unión Soviética. A fines de ese año, al Kremlin no le quedaba otra que observar en silencio cómo uno de sus aliados más cercanos y uno de los más importantes estratégicamente, Ucrania, era convulsionado por un movimiento pro democracia que, según Rusia, llevaba el sello de Occidente. La respuesta de Putin fue inmediata y clara: aumentar el volumen a su mensaje antioccidental. En 2007, en un discurso pronunciado en Munich, acusó a Estados Unidos de ser el principal problema que afecta al mundo. Y en febrero de este año, declaró que Rusia estaba siendo empujada a tomar represalias contra "una nueva carrera armamentista en el mundo".

Sir Rodric Braithwaite fue embajador británico en Moscú de 1988 a 1992 y su libro más reciente habla de la experiencia fallida de la ex Unión Soviética en Afganistán. Este país necesita establecer un nuevo tipo de relación con Occidente.Según él, "es equivocado hablar de una nueva Guerra Fría. Estamos atravesando un mal momento, pero no existe una amenaza de guerra", le dijo a la BBC. "Rusia tiene enormes intereses en Occidente y quiere seguir invirtiendo. Y además necesita nuestro dinero tanto como nosotros necesitamos su gas y su petróleo", precisa Braithwaite.

Esto no quiere decir que Occidente no deba preocuparse. El mundo necesita la ayuda de Rusia para ayudar a resolver un gran espectro de problemas globales, que van desde Kosovo a Irán y desde terrorismo a calentamiento global. Esto llevaría a concluir que lo que le interesa al liderazgo ruso no es un estado de confrontación con Occidente sino establecer una nueva base para rehacer esa relación. Y este nuevo paradigma todavía parece en construcción.

Fuente: BBC Mundo
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