viernes, 4 de julio de 2008

Autos chinos, precios chinos.

Acusados de proveerse de diseños ajenos, sin pagar derechos de propiedad intelectual, la industria china del automóvil avanza en el mundo, como lo hizo con otros rubros. Copiando formas, ensamblando a una calidad inferior y ofreciendo productos bonitos a precios bajos, se garantizan un mercado emergente que no llega al auto de primera marca.

Usted vea la foto (clique sobre ella) y saque sus propias conclusiones. Muchos de esos modelos son inaccesibles para el común de la gente. Las fábricas del occidente se esmeraron en recortar el selecto grupo de consumidores que accedan a su tecnología.

Pero los chinos, ni lerdos ni perezosos, amparados por un estado que pone en duda las denuncias sobre robo de diseños, han montado numerosas plantas para la fabricación de unidades que son exportadas a todo el mundo, a precios muy competitivos, imitando los modelos más exclusivos o más populares. Ya lo hicieron con las motos, y hoy es posible ver marcas de todo tipo, pero iguales diseños a los modelos emblemáticos de Honda, Kawasaki, Yamaha o Suzuki. La calidad no será la misma, pero el precio tampoco.

Hace unos días el empresario italo-argentino Francisco Macri anunciaba su empredimiento en Uruguay. La china Chery armará una 4×4 en el país de Tabaré Vázquez, para vender a 28 mil dólares, pero para después de mitad de año prometen presentar uno de sus modelos de solo 10 mil dólares. Los autos se ensamblaran con piezas chinas y producidas en el MERCOSUR. Ya Chile, Perú y México tienen en sus calles vehículos chinos que reciben halagos y críticas.

En realidad algunos de sus modelos no superaron las pruebas básicas de seguridad, pero a quién le importa si el precio es sensiblemente menor a las marcas líderes. Además en esta parte del mundo la seguridad de los autos no es tomada muy en cuenta, basta conocer los resultados desastrosos del Chevrolet Celta fabricado en Brasil e importado a la Argentina como Suzuki Fun en pruebas de impacto para darnos una idea de que en el tema todos tienen un aplazo.

Se puede leer en internet que durante el 2006 China llegó al tercer lugar entre los mercados de automóviles más grandes del mundo. Las ventas de automóviles en China se dispararon casi un 40% en 2006, a 4.1 millones de unidades, lo que supera los 3.4 millones vendidos en Alemania.
Gran parte del crecimiento se concentra en sedanes de tamaño pequeño y mediano, que ahora constituyen dos tercios de las ventas de automóviles totales en China, el doble de su participación en el mercado a comienzos del milenio.
¿Cómo se alcanza tal nivel de desarrollo de productos en tan pocos años?. La respuesta es simple: Copiando.
Marcas como Geely, Chery o Shanghuan, con escasa tradición industrial, están enfrentando a los grandes fabricantes; todo a base de plagio. Apenas invierten en investigación, recortan dinero en materiales, cuentan con mano de obra muy barata y, por si fuera poco, copian descaradamente los diseños. El resultado es una auténtica guerra de clones: vehículos muy parecidos en todo salvo en el precio.

Nada nuevo bajo el sol. Otras grandes potencias industriales nacieron gracias a copiar ideas ajenas. Los japoneses de la década del sesenta tenían un lema: copiar para crear, crear para competir, competir para ganar. Ahora bien, si el precio permite que muchos lleguen a su auto, esto será un reto a las terminales multinacionales que ofrecen vehículos básicos, desactualizados e inseguros a valores elevados.

Los chinos demostraron que pudieron mejorar la calidad de muchos productos, incluso ser la factoria de casi toda la tecnología mundial, aunque las marcas no hayan tenido origen en ese país. Phillips, Sony, Panasonic, General Electric, Moulinex, Hitachi y otras marcas mundiales fabrican en China lo que venden al mundo. También lo hacen algunas automotrices.
Chevrolet por ejemplo importa en Chile desde China una versión de Corsa Classic superior en equipamiento al que se fabrica en Rosario. Y ni hablar de Honda, cuyas motos importadas en su mayoría son chinas. Su exitoso modelo Honda Wave nace allí. ¿Y las motos clonadas que inundan la ciudad? Sus marcas son locales, pero son todas iguales: Motomel, Guerrero, Zanella o Gilera traen de chinas las piezas que forman una moto parecida a las originales, pero miles de pesos más baratas.

Así que China no es signo de calidad muy inferior, es calidad en relación al precio. Los orientales son el ejemplo de fabricación barata, negocio redondo para los emporios industriales que buscan ganar más. Y un beneficio para un mundo pauperizado. Y si bien los autos vendrán de fábricas estatales chinas, las plantas son reconocidas por su enorme capacidad productiva, incluso como proveedoras de marcas internacionales a través de acuerdos que lejos están de los debates acerca de si el producto es original o no. Inudablemente, el mundo cambia de la mano de los chinos.

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