miércoles, 9 de julio de 2008

Crisis de alimentos

El precio de los granos se más que duplicó en el mundo en los últimos 30 meses. Gran parte de este aumento ocurrió en 2008, lo que desencadenó en la Argentina, de alguna manera, la crisis política actual. Este movimiento de precios ¿está señalando el principio de una crisis alimentaria mundial? Una mirada a la historia permite evaluar la situación con perspectiva y también con cierto optimismo.
Durante mucho tiempo, la producción de los cereales, el principal consumo humano, acompañó el crecimiento poblacional, que pasó de unos cinco millones hace 10.000 años a 250 millones en la época de Cristo y 1600 millones para 1900. En el último siglo, se ha dado el mayor incremento de la población, que hoy supera los 6000 millones. A la vez, tuvo lugar un notable aumento en la producción per capita de alimentos.

¿Por qué, aunque la tierra es un factor fijo con rendimientos decrecientes, la producción de granos aumenta? La respuesta es el ingenio humano: innovaciones tecnológicas y organizativas, y acumulación y aplicación de capital.

En principio, con la llamada Revolución Agrícola del neolítico, el hombre domesticó animales y granos, potenciando su producción; fue seleccionando y mejorando las especies, aumentando su tamaño y acortando su tiempo de crecimiento, reduciendo así el riesgo climático.

Por otra parte, creó y luego mejoró implementos agrícolas que permitieron aumentar la productividad. En la Edad Media, se intensificó la agricultura mediante el cambio de la rotación anual a trienal, que permitió aumentar los rendimientos y mantener mejor la fertilidad del suelo. Durante la Revolución Industrial, ocurrieron nuevas mejoras en el sector, como la eficiencia de la rotación de cultivos y luego mediante el uso de fertilizantes y la mecanización.

Ya en el siglo XX, se logró la hibridización de los cereales, en particular del maíz, lo que permitió cuadruplicar su rendimiento. La revolución verde de la década de 1970 facilitó, con el uso de agroquímicos, la difusión de variedades enanas y mejoras en la irrigación, así como aumentar los rendimientos de arroz y trigo. Ultimamente, el desarrollo de cultivos genéticamente modificados (como la soja) permitió lograr variedades más resistentes y, se espera, más nutritivas de cereales.

La mejora en la producción de los alimentos a lo largo de la historia permitió un enorme crecimiento de la población y, últimamente, un significativo crecimiento en el consumo per capita. El consumo medio de calorías era de 2300 hacia 1960, llegando a 2800 hacia 2000, cuando la población de muchos países muestra problemas de sobrepeso.

En buena medida, el aumento de precios se debe al cambio de dieta de la población mundial, ante el mayor ingreso de la ultimas décadas, que implicó aumentar no sólo el consumo de cereales, sino el de carne, que demanda un uso más intensivo de la tierra que los granos (se necesitan siete kilos de cereales para producir un kilo de carne).

En general, se puede concluir que el ser humano se ha ingeniado para lograr mejoras tecnológicas e institucionales que tienden a mejorar su situación, mejoras que sólo se han frenado por cambios climáticos o por medidas equivocadas de tipo institucional. Basta recordar el tremendo impacto negativo que tuvieron sobre la producción agrícola los regímenes comunistas. En este sentido, muchas de las respuestas de muchos países productores de alimentos ante el aumento actual de precios parecen agravar la situación, como son la aplicación de precios máximos, el aumento de los impuestos a la exportación o la prohibición de su comercio.

Estas medidas tienden siempre a desalentar la producción en los países donde son aplicadas y, aunque pueden beneficiar el consumo interno a corto plazo, en el largo plazo tienen efectos negativos sobre el potencial de producción.
A estas medidas negativas deben agregarse los subsidios y las exenciones impositivas a los biocombustibles que aplican muchos países (entre ellos Estados Unidos y varias naciones europeas), los que han servido de incentivo ineficiente para su producción, y generaron una competencia con los consumidores por el uso de las especies utilizadas para su fabricación, como el maíz.

Por Carlos Newland
Fuente: Diario La Nación
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