jueves, 4 de diciembre de 2008

Opinión: Sí, podemos los argentinos

Por Carlos Conrado Helbling Para LA NACION (*)

El lema "sí, podemos" (" yes, we can ") fue usado exitosamente por el candidato triunfante en la reciente campaña presidencial de los Estados Unidos. Si ellos pueden ¿por qué no nosotros?
Los problemas que enfrentan hoy los Estados Unidos son numerosos y serios. Nosotros también tenemos los nuestros. Argentinos, manos a la obra.

¿Qué pasaría si elimináramos de cuajo la inflación, luego de padecerla a lo largo de las últimas seis décadas, y si nos hiciéramos de una moneda fuerte? ¡Nos libraríamos de tantísimos problemas! Suiza y otros países, que prácticamente carecen de inflación, no sufren los periódicos tiras y aflojas en favor de ajustes salariales legítimos, del tipo de cambio y de tantas otras angustias. Reemplazaríamos eso por el indispensable rigor fiscal. En posesión de una moneda estable, nuestras reservas del Banco Central estarían constituidas en pesos y tendríamos una de las monedas más codiciadas. No es un sueño. Es posible. Sí, podemos...

Contaríamos, al poseer una moneda fuerte, con un capitalismo nacional que despertaría la envidia de otros pueblos. En ese caso, probablemente seríamos, por poderosos, los malos de la película. Duele decirlo: hoy en día poseemos menos empresas de capital argentino que en el Centenario, mirado éste por algunos de reojo... y por otros, con añoranza. De ser así, respetaríamos las instituciones fundamentales y sus vigas de apoyo, la división de los poderes, las leyes, la palabra dada. Los frutos de estas implantaciones serían inimaginables por sus derivaciones en cascada. Sí, podemos...

Con esa moneda, reservas fuertes, con instituciones respetadas, podríamos beneficiarnos con un nivel de enseñanza igual al que hoy encontramos en Singapur, Corea y China, sin enumerar los faros del mundo científico, humanístico y técnico de hoy que permiten a las naciones que los poseen alcanzar un florecimiento desbordante. ¿Y nosotros? Sí, podemos...

No se nos señale que carecemos de hombres que puedan poner en marcha esta transformación ciclópea. No estamos imaginando una Argentina posible como si soñáramos despiertos. Por cierto: sus nombres están bien guardados a disposición de quien constitucionalmente se decida a incorporarlos. Contamos con jóvenes adultos de excelencia, aquí y afuera, para el gran cambio que demandará duplicar nuestra producción nacional en un año o dos. Los hombres detectados para implementar esa colosal transformación ascendían hasta hace pocos meses a una cifra cercana a medio millar. No son pocos. Entiéndase bien: hombres para conducir un Estado eficiente, casi inexistente en las últimas décadas en nuestro país. Los gobiernos de turno son harina de otro costal. Sin un Estado eficiente no hay gobierno de turno viable. Elemental, señor Watson.

Me refiero a hombres que hayan viajado por el mundo a rincones lejanos, hayan leído, hablen idiomas, sepan lo que es gestionar con responsabilidad, hayan tenido la responsabilidad de conducir a miles de otros, que, a la vez, sepan delegar. Los argentinos talentosos diseminados en el exterior añoran en su diáspora su terruño. Se sienten alejados del país ante nuestros periódicos desencuentros e inestabilidades. Los argentinos de la diáspora, que ascienden a más de un millón, simplemente no nos entienden en nuestras permanentes pujas estériles. Más de lo mismo. ¿Hasta cuándo? Sucesivos gobiernos a lo largo de decenios incapaces de poner en práctica el lema: "Paz y administración". Corresponderá, pues, recorrer nuevos caminos. Sí, podemos...

Ello entrañará, sin duda, sacrificios para aumentar fuertemente nuestra producción nacional. Serán aceptados, pensamos, en la medida en que cada uno, por humilde que sea, esté convencido de que la justicia y la equidad serán iguales para todos. ¿Estamos dispuestos a dicho sacrificio equitativo? Sí, podemos...

Sin duda, pedimos un gran cambio a nuestra sociedad, desprovista hoy de las indispensables ambiciones de vuelo alto. Quizás el clima demasiado benigno en importantes regiones de nuestro territorio ha atentado, en parte, contra la urgencia de una fuerte ambición nacional. Si Brasil, China, India, tantos otros países, se consolidan y crecen al galope, ¿por qué no nosotros? Sí, podemos...

Con la Constitución nacional en la mano, dispuestos a sacrificios equitativos y bien explicitados, eliminando frenos para crecer, privilegios, nuestro país bendecido por dones naturales excepcionales y contando con ancestros laboriosos de los que podemos estar orgullosos, ello es posible. Sí, podemos...

Todo sea por nuestros hijos y nietos, porque logren hacer suyo un afán desmedido de reconstrucción de la República. Repitamos al cansancio el conocido dicho: cuando existe voluntad, existe un camino ( when there is a will, there is a way ). Por ellos. La convivencia pública y social que anhelamos no puede estar lejana. ¿Cabe una duda? .
Tuvimos un sueño. Sí, podemos... también nosotros. Sí, podemos...

(*)El autor es economista y especialista en temas internacionales

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