viernes, 3 de abril de 2009

Homenaje por las Malvinas en Londres

Por Martín Rodríguez Yebra - Diario La Nación
Foto: Reuters

El tránsito se paralizó durante dos minutos exactos en el atardecer de la aristocrática Belgrave Square, plagada de policías londinenses. En ese tiempo, la presidenta Cristina Kirchner, siete ex conscriptos que combatieron en Malvinas, el jefe del Estado Mayor conjunto del Ejército, dos ministros y cinco legisladores homenajearon en territorio británico a los caídos en la guerra que estalló después del desembarco de tropas argentinas en las islas, el 2 de abril de 1982.

El brevísimo acto se completó a unos pasos de allí, dentro de la embajada argentina, donde la Presidenta refirmó el "reclamo inclaudicable" por la soberanía de Malvinas y, por primera vez, pidió perdón a los veteranos en nombre del Estado por "los años en los que se intentó ocultar que existían". No hubiera querido estar ahí. Ella misma lo reconoció en el discurso. Pero la agenda de la crucial cumbre del G-20 para debatir la salida a la recesión global la expuso al dilema sin precedente de pasar nada menos que en la capital británica la fecha más simbólica para la causa de Malvinas. Junto con esa admisión, la Presidenta dejó entrever su frustración por no haber podido estar en el funeral de Raúl Alfonsín, que conmovió a la Argentina.

"No creo en las casualidades. Creo en las señales de la historia, enfatizó. Una presidenta argentina está aquí, en Londres, honrando la memoria de los caídos, mientras en el país se dan las honras fúnebres al doctor Alfonsín, el primer presidente de la democracia recuperada, proceso que se disparó a partir de la Guerra de Malvinas". La mención ahondó el aire de tristeza (y también algo de incomodidad) de la escena. Seis jefes de agrupaciones más el periodista Edgardo Esteban, la escucharon en silencio en un salón con 50 personas.

El gobierno británico hizo saber a la Cancillería su enojo por organizar un acto en Londres sobre un tema tan sensible, admitieron fuentes del Gobierno. Tal vez por eso la Presidenta reiteró cuatro veces que hablaba "desde una porción de suelo argentino en Londres". Además, se cuidó de recordar a todos los muertos en la guerra: "El homenaje a los caídos no reconoce nacionalidad".

Antes, en la calle, se había limitado a posar delante de una ofrenda floral colocada a los pies de la estatua de José de San Martín que se levanta en Belgrave Square. Saludó a los ex combatientes y a los oficiales militares y se ubicó sobre una alfombra roja, con la vista al frente, mientras un granadero tocaba una melodía fúnebre. No habló al aire libre.

Antes de entrar en la embajada, un joven argentino le gritó: "Cristina, no le robes más al campo. En la Argentina la gente se está muriendo de hambre". Era un residente en Londres que dejó el país hace dos años. Había ido para eso y se fue ante la primera mirada de uno de los custodios británicos asignados a la Presidenta.

Una vez dentro, un sistema de audio entrecortaba las palabras de la Presidenta. "En la ciudad de Londres quiero reafirmar una vez más nuestros derechos soberanos sobre nuestras islas Malvinas, un reclamo inclaudicable que no se reconoce como un ejercicio de patriotismo, sino como eje de los derechos y títulos que le pertenecen a la Argentina", dijo, después de cantar el Himno Nacional. Recordó su enfático planteo en la reciente cumbre de Qatar, en el que denunció el incumplimiento por parte del Reino Unido de las resoluciones de Naciones Unidas que alientan la negociación sobre la soberanía.

"En nombre de todos los argentinos muchas gracias y perdonen si durante mucho tiempo los ocultamos como si fueran una vergüenza. Son para nosotros motivo de orgullo, respeto y honor", agregó. Después de recordar lo cerca que ella había vivido la guerra, en Río Gallegos, se despidió con un "Viva la Patria".
En la calle sólo quedaban los coches de la comitiva oficial y el camión satelital que el Gobierno había contratado para transmitir el acto en vivo en la Argentina. Pero el impacto del funeral de Alfonsín hizo reconsiderar esa idea y Cristina Kirchner se resignó a que su mensaje llegara de una forma más sigilosa.

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