miércoles, 3 de febrero de 2010

Ser o no ser, el dilema de la clase media

Un Barack Obama a la defensiva intenta dar aire a su gobierno apostando por la recuperación de la clase media. En su administración hay un área especifica, manejada por el vicepresidente Joe Biden, desde la cual salieron una serie de propuestas de estímulo a las familias que acaba de presentar el presidente como forma de energizar su debilitado vinculo con la sociedad.
En la Argentina, la identidad de clase media viene siendo amenazada por el aumento persistente de la desigualdad y la pobreza. Hasta mediados de los años 70, la pobreza se encontraba debajo del 8% (menos de 100 mil familias) y lo más natural era ascender socialmente. Hoy, la pobreza supera el 30% y la llamada "clase media", protagonista central de una Argentina en movimiento ascendente desde los años 40, dejó de ser el rasgo que distinguía al país en América latina durante el siglo XX.

Cierto es que el término es en sí mismo controversial. ¿Dónde empieza y dónde termina la "clase media"? La verdad es que no hay una medida fiable de qué porcentaje de argentinos es de clase media, aunque existen formas de aproximarse a su peso social, como la evolución de la distribución del ingreso (por deciles o quintiles) y de las rutas de ascenso social. Sabemos que en la Argentina era natural que cada nueva generación estuviera mejor que la anterior, pero eso se ha interrumpido: donde se nace determina, cada vez más, cómo será el futuro de una persona.

Un estudio de Maribel y Mónica Jiménez, de la Universidad de La Plata, señala que ha empeorado la movilidad intergeneracional del ingreso, lo que condiciona el acceso a los bienes públicos, la educación, la inversión en capital humano y la inserción plena en el sistema productivo. El 38% de los hijos cuyos padres están en el quintil de ingresos más bajo mantiene esa condición. La probabilidad de que un hijo cuyo padre está en el quintil más bajo llegue al más alto es de 7% para los varones y de 4% para las mujeres.
Este descenso se produce a pesar del crecimiento económico que supo haber en tramos de los 90 y de los 2000. El empleo parece ser la variable clave: la Argentina deja de ser una sociedad integrada cuando empieza a crecer la informalidad laboral. Hay una correlación muy alta entre informalidad y pobreza. La mezcla de inflación (no confesada) y una política social débil potenciaron el dilema en los últimos años. Hace muy poco que el Gobierno se decidió a apuntalar a los sectores más vulnerables con la asignación por hijo.

No obstante, la pertenencia a la identidad de clase media no es sólo una cuestión de ingresos sino de tener acceso real y efectivo a un conjunto de bienes públicos que van de la salud a la escuela, de los servicios públicos a la inserción en el mercado de trabajo, de la vivienda y la nutrición a la justicia, los derechos y los bienes culturales. Exista o no la clase media, un bienestar social más difundido -destino final de la política en un sentido amplio- requiere que se articulen ingresos familiares con baja inflación, crecimiento económico con aumento del empleo decente, y todo en un contexto integral de protección social que es responsabilidad del Estado.

Fuente: Diario La Nación

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