lunes, 6 de septiembre de 2010

El tren que funciona

Editorial II del diario La Nación

En la provincia del Chaco corre una línea ferroviaria cuyos servicios son cada vez más apreciados por la gente

Abundan desde hace muchos años las voces agoreras que dan por muertos y enterrados a los servicios ferroviarios que supieron atender las necesidades de gran parte del país y cuya red llegó a ser una de las más importantes del mundo. No obstante, muchísimos argentinos añoran ese medio de transporte y aplauden la resurrección de trazas que, por ahora, son locales, pero ya han comenzado a serles útiles a importantes sectores de la sociedad.
Es el caso de las prestaciones que en la provincia del Chaco y bajo la actual denominación de Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado (Sofse) son atendidas por el ex Servicio Ferroviario Chaqueño (Sefecha).
Se trata de los ramales Metropolitano, Presidencia Roque Sáenz Peña-Choroti y Cacuí-La Sabana, que además cuentan con derivaciones a Puerto Vilelas y Puerto Tirol, en trance de pronta habilitación.

Habla a las claras de la aceptación que han tenido los viajes, realizados por duplas de dos coches, la cantidad de pasajeros transportados, que de 26.942 en junio del año último ha ascendido a 39.898 en 2010. Este incremento ha permitido duplicar con largueza el producto de la recaudación por venta de pasajes.

No es, por supuesto, la única empresa de esas características encarada en nuestro territorio, testigo de un creciente renacimiento del entusiasmo por la utilidad de lo ferroviario. Por ejemplo y al margen de los conocidos servicios suburbanos locales, la provincia de Entre Ríos está abocada a llevar a cabo la recuperación de la mayor parte de la red local de trocha media, que ya ha empezado a prestar servicios.

No menos trascendentes son los aportes de La Trochita patagónica, del Tren de las Nubes, en el norte del país, de la reanudación de los trenes a Carmen de Patagones, en territorio bonaerense, y de la proyectada recuperación de los trenes entre la ciudad de Buenos Aires y Mendoza, con probable extensión a San Juan. En cambio, otras regiones siguen pugnando por recuperar antiguos y ahora perimidos servicios, asistidas por la convicción de que la recuperación del ferrocarril mejorará la calidad de vida de sus habitantes. Sería el caso de la ciudad de Tandil, que hace ya tiempo brega infructuosamente por concretar esa legítima aspiración.

Conspiran contra todas esas iniciativas las consecuencias del abandono al que fue injustamente sometida la actividad ferroviaria, no tan deficitaria por causa de los cambios de hábitos como por los comportamientos corruptos e inoperantes de muchos de sus agentes. Estaciones abandonadas o ilegalmente ocupadas, vías en pésimas condiciones -cuando no directamente levantadas y robadas-, infraestructura derruida y material rodante abandonado y saqueado son las señales tangibles de la interesada devastación que fue la consecuencia de años de políticas que parecían inspiradas o dictadas por los enemigos del ferrocarril.

Mejorar esa triste realidad será, sin duda, tarea dificultosa. Pero bien valdría hacer un esfuerzo por alcanzar ese objetivo, visto que desde el interior fluyen aires de recuperación del interés por los servicios ferroviarios y los compatriotas que en él residen se merecen que, al menos por una vez, los anuncios en ese sentido no se limiten a ser meros formulismos proselitistas.

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