martes, 19 de mayo de 2015

Trapitos: el negocio de los cuidacoches, desde adentro

Por Mauricio Giambartolomei  | LA NACION
Ganan cada vez más terreno, pero las denuncias en su contra son cada vez menos; mientras se discuten proyectos para regularlos o prohibirlos, el vacío legal impide controles y favorece la connivencia policial

"Capo, ¿se puede laburar acá o está todo copado?". La pregunta sale después de observar el movimiento sobre la avenida Sarmiento y el entorno del zoológico y la Rural. Nicolás responde con un gesto amigable y poco después comparte sus cigarros. Anda siempre con un fajo de billetes entre sus manos. Los cuenta, una y otra vez, tal vez haciendo alarde del dinero. O sólo es una costumbre que aprendió trapeando.

Vive en Francisco Solano, tiene tres hijas -de 9, 8 y 6 años- y dice que es barrabrava de Quilmes. Está cerca de Plaza Italia, con otros barras de Quilmes y Lanús, pero no revela quiénes son sus compadres. "Yo te voy a enseñar cómo laburar", promete. Y cumple. "Te parás en la calle y metele seña con ganas. Guardá la gamuza porque siempre pasa la patrulla. Esos te pueden hacer alguna contravención y sacarte la guita. Ayer me quisieron sacar la recaudación, como $800", suelta.

La tarifa para estacionar un auto ese jueves por la tarde con la Feria del Libro a pleno, y el zoológico o el Rosedal también atrayendo gente, es de $50; si el cliente es difícil, se puede negociar una rebaja. En la zona, conviven cuidacoches independientes que no responden a ninguna organización. "Se puede picotear un poco cuando aparece algún lugar para estacionar, pero a veces se complica porque somos muchos", reconoce Nicolás. Dice que puede reunir entre $800 y $1500 por día. Los sábados y domingos la cifra aumenta.

 Clásico en Núñez. Sobre la calle Ramsay los cuidacoches controlan los espacios para estacionar los días en que River juega como local; son los dueños de la calle y no se salvan ni los vecinos. Foto: Hernán Zenteno y Maximiliano Amena

Mientras las redes de extorsión y chantaje se expanden por la ciudad, distintas áreas del gobierno porteño se pasan la responsabilidad del control, amparándose en los límites que les impone el Código Contravencional. Todo finalmente recae en el Ministerio Público Fiscal, donde se desestiman el 99% de las causas. La cantidad de denuncias por la presencia de cuidacoches tuvo una caída del 40% en los últimos cuatro años, un síntoma no de que la situación mejora, sino de la baja credibilidad que genera entre los damnificados. Ya ni siquiera denuncian.

Todo finalmente recae en el Ministerio Público Fiscal, donde se desestiman el 99% de las causas
La cantidad de denuncias por la presencia de cuidacoches tuvo una caída del 40% en los últimos cuatro años; eso no es síntoma de que la situación mejora sino de la baja credibilidad que genera entre los damnificados, que ya ni siquiera denuncian.

Desde que Mauricio Macri vetó, en 2011, una ley que proponía la regulación de la actividad, en la Legislatura porteña se consumieron sesiones y horas de debates para aprobar otra ley que convenza a todas las partes.

Hoy, tres proyectos con planteos similares duermen la siesta y uno del oficialismo que propone directamente la prohibición se discute en la Comisión de Justicia, con destino incierto. A esto hay que sumar la eventual connivencia policial, que lleva a la cúpula de la Federal a ordenar entre 15 y 20 pases a disponibilidad de efectivos por semana.

¿Por qué no se encuentra una salida a esta situación, en la que la contribución "a voluntad" se convierte en una exigencia de 50, 100 o 150 pesos? ¿Es imposible detectar y diferenciar a quienes proceden en forma mafiosa y actuar en consecuencia?

"Laburá tranquilo hermano, hacemos un auto y un auto, no hay drama, yo no soy jodido", exclama a lo lejos Jorge, sin dejar de hacerle señas a los automovilistas cada vez que se desocupa un espacio. A su manera, deja entender que en esas cuadras hay lugar para todos. No ocurre lo mismo cerca de la avenida Del Libertador, donde Toro, Petete y Gordillo montaron su propio emprendimiento. "A mí me dejan porque les caigo bien, no pasa nada, pero no todos pueden entrar. El Toro conoce a toda la yuta porque hace 20 años que está acá y arregla con ellos. No les pasa nada", aclara Nicolás.

 Feria del Libro. La avenida Sarmiento es un botín preciado para los trapitos por la cantidad de automovilistas que necesitan estacionar para ir a La Rural, al zoológico y el Rosedal. Foto: Hernán Zenteno y Maximiliano Amena

En las dos puntas hay un factor común: la sumisión de la gente ante la extorsión de un desconocido que se acerca a su vehículo. Siente culpa este cronista que simula ser trapito al recibir $ 50 de una pareja que, con su niño, querían pasar unas horas al aire libre. También incredulidad al observar detenidamente el proceder de los cuidacoches: 50 pesos por un par de señas y a otra cosa. "¡Naaaa, olvidate! Le estacionas el auto y te vas a buscar otro lugar. Que el auto se cuide solo", resume Nicolás. Hasta esos códigos cambiaron.

Hay un factor común: la sumisión de la gente ante la extorsión de un desconocido que se acerca a su vehículo

Entre el 1° de enero y el 14 de este mes al Ministerio Público Fiscal de la ciudad ingresaron 772 contravenciones por exigir retribución económica para el cuidado de vehículos en la vía pública. La falta está estipulada en el artículo 79 del Código Contravencional: "Quien exige retribución por el estacionamiento o cuidado de vehículos en la vía pública sin autorización legal es sancionado/a con uno a dos días de trabajo de utilidad pública o multa de 200 a 400 pesos. Cuando exista previa organización, la sanción se eleva al doble para el organizador". El barrio donde se registraron más casos fue Palermo (191), seguido por La Boca (107) y Versalles (92).

Si se mantiene la tendencia, a fin de año habrá mayor cantidad de contravenciones que en 2014, cuando a las fiscalías ingresaron 1682 casos; el 99% fueron desestimados, y el 0,9% tuvo una recalificación de la falta.

"¿Qué pasa? Los casos terminan en la nada porque no existen pruebas", sintetizó a LA NACIÓN el fiscal general de la ciudad, Martín Ocampo. "Cuando nos ingresan las causas ya sabemos que podremos hacer muy poco. Se gastan recursos del Estado, de los vecinos, sabiendo que no vamos a llegar a nada", agrega.

Tal como hoy plantea el Código, la contravención no será desestimada sólo si el denunciante aporta testigos del pedido de dinero en la vía pública y la fiscalía logra obtener pruebas del hecho. "La mayoría de las denuncias no cumplen con los requisitos", resumió Ocampo.

El balance de 2014 muestra que los barrios donde más se denunció la actividad de los cuidacoches fueron Belgrano (479), Palermo (366), Versailles (150) y La Boca (149). Sin embargo desde 2010, cuando se alcanzó el pico de casos denunciados (4462) la cifra fue cayendo año tras año. En 2011 se contabilizaron 3058 denuncias de estas contravenciones; en 2012 fueron 3814, y en 2013 sumaron 3027, para llegar a las 1682 de 2014. El desagregado por barrios o comunas también disminuyó: en Palermo se contabilizaron 922 casos en 2012, 520 en 2013 y 366 en 2014; y en la Comuna 13 (Belgrano, Núñez y Colegiales) fueron 1716, 1650 y 589, respectivamente.

El balance de 2014 muestra que los barrios donde más se denunció la actividad de los cuidacoches fueron Belgrano (479), Palermo (366), Versailles (150) y La Boca (149)
"Los números no responden a la realidad", sostuvo Ocampo. "Los sistemas punitivos tienen un círculo virtuoso y un círculo vicioso. El primero es cuando la norma se aplica y hay sanciones; en el otro caso, el círculo no se completa porque la norma es ineficiente en términos de lo que se busca: probar la exigencia de dinero", explicó. Para el funcionario, esta situación condiciona a los agentes y a los denunciantes "que van perdiendo el ánimo" por las dificultades para demostrar el delito. "¿Para qué vas a denunciar si no pasa nada? El mismo sistema te lleva a pensar eso", criticó Ocampo.

EL TESORO

El mayor tesoro de Germán son sus fotos. En ellas aparece abrazado con Nicolás Vázquez, María Eugenia Ritó, Adrián Suar y otros famosos y futbolistas. "Las voy sacando con el teléfono celular y después las imprimo. Ya tengo como 30 fotos", dice, parado en su cuadra, cerca de Plaza Serrano y frente a un restobar de primer nivel. Trabaja allí hace unos diez años, de martes a domingo y de 20 a 2, salvo los fines de semana, cuando el horario se extiende hasta las 6. Maneja tres turnos de autos: los primeros de la cena, que se van a las 22; la segunda tanda, y los que van a bares o boliches.

"Acá hay que arreglar con la patrulla, no con el petiso boliviano ése que está en la esquina", revela mirando a un efectivo de la Policía Federal. Repite "la patrulla" cada dos o tres frases. "Con los móviles no, con la patrulla. Son dos gambas por semana", dice con un gesto indiferente. Su recaudación no llega a los $ 500 por noche, aunque puede superar los $ 1000 entre viernes y domingo. "Acá está todo lleno, a la vuelta hay unos fisuras que a veces se ponen pesados, pero con la gente está todo bien. Si querés laburar, volvé mañana que te explico cómo hacer. Te voy enseñando", aconseja.

Marcelo, en cambio, no está en la puerta de ningún boliche vip ni le cuida el auto a los famosos. Se lo ve preocupado porque en la oscuridad de la noche rompieron el vidrio de un VW Bora para robar. "Correte de ahí porque si vienen los dueños se piensan que sos vos. Acá los guachos se aprovechan porque está todo oscuro", dice con un pucho en la mano, la tos espesa que apenas lo deja respirar y los ojos resignados.

Es albañil, pero la plata no le alcanza y por eso sale a cuidar coches arrastrando la dignidad. Prende un cigarrillo tras otro y no deja de hablar. Cuenta que el dueño de un boliche le pidió presupuesto para hacer un trabajo. "Regalado, regalado, eh, le pasé $ 600. ¿Sabés lo que me dijo?: «No hermano, es mucha guita, si vos cuidas autos en la calle, cómo vas a cobrar eso». ¡Hijo de puta! Mi laburo es mi laburo, cuidar coches es otra cosa", carraspea.

 Servicio nocturno. Con chalecos refractarios se mueven los trapitos de Palermo Hollywood, donde parecen funcionar de manera más organizada; algunos dicen que la policía controla el lugar. Foto: Hernán Zenteno y Maximiliano Amena

Al cruzar la avenida Juan B. Justo la organización es otra: hay un cuidacoches en cada esquina, todos tienen chalecos refractarios, la mayoría son extranjeros y trabajar sin pertenecer a la tribu no es nada fácil. "¿Vos querés laburar?", pregunta un musculoso murmurando las palabras con acento caribeño. "Pregúntale a cualquier patrulla, ellos te dan una calle para que labures. ¿Gratis? Noooooo, gratis no es", avisa el hombre de brazos tatuados.

"Si la policía no tiene tus datos, te van a sacar cagando", alerta otro hombre, bajito y de acento andino, que hace 15 años cuida coches en una esquina de Palermo Hollywood. "La otra noche cuatro patrulleros sacaron a un pibe que recién empezaba. Los mismos vecinos llaman a la policía cuando aparece alguien que no es conocido". Y concluye: "A mí me pidieron nombre, documento, todo, por eso no me molestan y puedo estar tranquilo. Andate para el lado de Nicaragua. Capaz ahí encontrás algún lugar libre".

Voceros del Ministerio de Justicia y Seguridad de la Nación admitieron a LA NACIÓN que no desconocen la connivencia de policías con los cuidacoches y que por esa razón el jefe de la Federal, comisario general Román Di Santo, firma entre 15 y 20 pases a disponibilidad por semana. Sólo en abril dos comisarios mayores y 40 suboficiales pasaron a servicio pasivo por "incumplimiento de los deberes de funcionario público"; en realidad, por cobrarles cuotas a los cuidacoches, a los comerciantes y a los vendedores ambulantes. Estos casos forman parte de la purga denominada "goteo silencioso".

La única fuerza que puede ejercer el control sobre los cuidacoches es la policial, sea Federal o Metropolitana. Más allá de la fiscalía no existe otra área del gobierno con capacidad legal para actuar. Desde la Subsecretaría de Transporte y Tránsito porteño explicaron a LA NACIÓN que sus 1200 inspectores "no tienen la potestad de accionar contra las personas, sino contra las infracciones" y, además, "no les corresponde porque se trata de una contravención". En el Ministerio de Ambiente y Espacio Público explicaron algo similar.

La única fuerza que puede ejercer el control sobre los cuidacoches es la policial, sea Federal o Metropolitana

Se debe modificar el Código Contravencional para que puedan ampliarse los controles. Esa es una de las discusiones que se dan en la Legislatura porteña, donde tres proyectos de la oposición buscan la creación de un Registro de Cuidadores de Vehículos, con diferentes matices entre ellos, para regular la actividad de los trapitos. "Si hubiese un registro irían desapareciendo las mafias. Hay actividades que llegaron para instalarse y si el Estado no hace nada, son lugares para que crezcan la corrupción", explica el diputado del MST Alejandro Bodart, autor del proyecto que fue aprobado por sus pares y luego vetado por Macri.

Un nuevo proyecto se presentó este año y actualmente se discute en la Comisión de Justicia. La propuesta elaborada por Francisco Quintana (PRO) pretende prohibir "las actividades lucrativas no autorizadas en el espacio público" cuando se realicen espectáculos artísticos y/o partidos de fútbol "llevados a cabo en los estadios, clubes sociales, culturales y deportivos". La prohibición regiría en un radio de 30 cuadras, habría sanciones de entre $ 500 y 30.000, y de uno a diez días de arresto. "La relación directa con las barras es mucho más clara en esos lugares y no hablamos de la subsistencia de los trapitos en toda la ciudad. Buscamos un proyecto que nos permita tener el quórum que hasta ahora no tuvimos", reconoce el legislador.

En esos ámbitos, como en las cercanías de las canchas de River o Boca, las disputas se dirimen en otros términos. "Si tenés un lugar cerca de la Bombonera hay que defenderlo a las piñas y enfierrado", dice Nicolás, después de estacionar una combi con escolares sobre Sarmiento. Cerca de la Bombonera, donde el jueves pasado cobraban $ 100 para estacionar, tenía una cuadra, pero la perdió. "Un día volví calzado y la recuperé, a las trompadas y tiros". En su ley.

TRES PROYECTOS Y UNA SOLUCIÓN DEMORADA

Mauricio Macri vetó en 2011 una ley que proponía la regulación de la actividad de los cuidacoches. Desde entonces, se consumieron sesiones y horas de debates en la Legislatura porteña para aprobar otra ley que convenza a todas las partes. Pero hoy tres proyectos con planteos similares son analizados en la Legislatura. Uno, del oficialismo, que propone la prohibición, se discute en la Comisión de Justicia, con destino incierto. La mayoría de los opositores no le dan el visto bueno.

Las modificaciones en la legislación vigente serían tan radicales que, a diferencia de lo que ocurre actualmente, el vecino podrá denunciar a los trapitos vía telefónica y luego la autoridad competente podrá aplicar la sanción correspondiente.

Si prospera el nuevo proyecto, todo "trapito" denunciado recibirá multas de entre 500 y 30.000 pesos y entre uno y diez días de arresto. La sanción se elevará al doble si se comprueba que existe una organización.
Otro proyecto también incluye a los limpiavidrios, que, según el escrito, "ofrecen sin autorización la limpieza de vidrios de automóviles".

1 comentario:

  1. Voto ciegamente al que los saque definitavamente y "sin " titubeos de la calle. éstas lacras sociales está "necesitados".... de laburar enserio. Alejandro de Mendoza

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