viernes, 24 de julio de 2015

Los culpables acusan

Editorial I del diario La Nación
Ante los graves problemas económicos y sociales resultado de su pésima gestión, el Gobierno busca culpar a otros en lugar de enfrentar el problema y solucionarlo
  
La decisión de desprenderse de pesos para adquirir dólares comprende a miles de personas que quieren preservar sus ahorros y también a empresas, pequeños comerciantes o profesionales que sospechan acertadamente que frente al fuerte atraso cambiario y a la emisión galopante es mejor hacerse de moneda dura, aunque sea por unos días. También están los que adquieren dólar ahorro pagando el precio oficial y retirándolos contra un 20 por ciento adicional. Esta operatoria ha crecido fuertemente haciendo mermar las reservas del Banco Central, que ha decidido sacrificarlas para evitar una presión aún mayor sobre el mercado paralelo. Otra parte importante de la demanda obtiene sus dólares a través de la compra en pesos de títulos y acciones que cotizan en la Argentina y también en bolsas del exterior. Es el "contado con liqui" que utilizan empresas y operadores medianos y grandes, y que la Corte Suprema ha confirmado días atrás como una transacción legal, desestimando un infundado reclamo oficial en sentido contrario.

En conjunto son miles, si no cientos de miles, los que se están desplazando hacia el dólar al desconfiar de la política oficial y del sostenimiento de la paridad cambiaria. La lectura de las distorsionadas variables económicas, el desborde fiscal, la emisión descontrolada y el retraso cambiario determinan estos comportamientos colectivos. Quien supone que hay una conspiración de unos pocos que mueven el mercado, o desconoce la raíz del fenómeno o lo hace de mala fe. Igualmente se equivoca quien pueda imaginar que estos comportamientos suceden porque alguien crea una motivación artificial diciendo falsedades y emitiendo pronósticos negativos en los medios. Si esto pudiera ser así en contra de una realidad diferente y positiva, ninguna corrida podría sustentarse por más de un tiempo muy limitado. Con la información económica y financiera que hoy está al alcance de cualquier teléfono celular, es improbable que un pronóstico deliberadamente falso se convierta en una profecía autocumplida.

El Gobierno ha sido el primero en temer una corrida cambiaria y bancaria. No es casual que le haya dado a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) capacidades para espiar y actuar frente a corridas financieras y "golpes de mercado". Tampoco es casual la iniciativa liderada por la diputada Diana Conti, de ampliar la ley antidiscriminación en vigor para regular los comentarios transmitidos a través de Internet. Se pretende restringir la libertad de expresión ante la evidencia de que la situación económica y financiera se escape del control del Gobierno.

Este mismo temor y la necesidad de adjudicar culpas a la oposición es lo que seguramente inspiró al ministro de Economía, Axel Kicillof, para acusar a Mauricio Macri de "fomentar una corrida cambiaria". En un reportaje se le había preguntado a Macri cuál era la razón por la que la gente desconfiaba y compraba dólares. Éste respondió que no había confianza porque "el Gobierno miente con todo". Kicillof agregó a sus dichos que "la economía argentina no está transitando por ningún problema" y que "no hay problemas de vencimientos ni con el dólar". Está claro que con estas aseveraciones el ministro confirmó la sentencia de su oponente.

Están aflorando a la superficie los graves problemas económicos y sociales que se han ido incubando en los años de una gestión que privilegió lo inmediato con un criterio populista elemental. Ya no se pueden esconder bajo la alfombra las consecuencias, por más que se intente llegar al 10 de diciembre sin que se pongan en evidencia. La estrategia oficial no pasa por resolver los problemas, sino por echar culpas a los que presenta como enemigos del pueblo.

En tiempos electorales es más redituable hacer recaer esas culpas en los candidatos de la oposición. Se intenta así matar dos pájaros de un tiro. Se hace víctima al Gobierno de siniestras conspiraciones reclamando apoyo y a su vez se debilita al adversario. Es una estrategia que subestima la capacidad de una sociedad que ya ha pasado por estas experiencias y que esperemos hayan cultivado su sensibilidad para rechazarlas, porque ya está demasiado acostumbrada a que, cada vez que ocurran las corridas como consecuencia de las distorsiones y desequilibrios creados por el propio Gobierno, éste alegará de nuevo que se debe a oscuras conspiraciones y buscará un culpable en lugar de enfrentarlo y tratar de solucionarlo. Una explicación que ya no convence a nadie..

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