viernes, 16 de octubre de 2015

La dificultad argentina de vivir sin peronismo

(Urgente24) - La revista británica 'The Economist' dedicó un artículo titulado "La persistencia del peronismo" en el que intenta explicar a sus lectores la vigencia de un partido político que "está definido por el poder, no por la ideología".

La inauguración por parte de Mauricio Macri -"el único de los tres competidores principales que no es peronista"- de una estatua de Juan Domingo Perón lleva a la revista a afirmar que "a la Argentina le resulta difícil vivir sin el peronismo": "Desde 1946, en aquellas elecciones en las que al peronismo se le permitió competir, ganó nueve y perdió sólo dos", dice, y agrega que "ha gobernado el país durante los últimos 12 años" (omitiendo los dos años de Eduardo Duhalde), al tiempo que "Daniel Scioli lidera las encuestas".

Para The Economist, el peronismo "es más una marca que un partido" y su ideología es "una vaga mezcla de nacionalismo y laborismo, expresada en los tres estandartes fundantes del PJ, que son la soberanía política, la independencia económica y la justicia social", algo que "no ha impedido a los presidentes peronistas los virajes entre políticas radicalmente opuestas".

Las contradicciones del peronismo son imputables a Perón mismo, dice la publicación, que "cuando estuvo en el poder entre 1946 y 1955, se ganó la gratitud de los trabajadores argentinos gracias a aumentos salariales y vacaciones pagas" pero "también ayudó a los empresarios industriales". "Forjó una coalición de sindicatos, jefes políticos provinciales conservadores y oficiales nacionalistas de las fuerzas armadas", sostiene, y afirma que "fue lo más cercano al fascismo corporativista, la variedad mediterránea más que la versión alemana que América Latina nunca vio". Reelecto en 1973 tras el exilio en la España de Franco, "Perón toleró la violencia como táctica política, que contribuyó a una renovada crisis de la democracia y una dictadura militar más sangrienta en 1976".

En los 90, Carlos Menem "siguió un muy diferente curso, abriendo la economía, privatizando las empresas del Estado y alineando Argentina con los Estados Unidos", pero "los Kirchner volvieron al nacionalismo económico y cercano a la autarquía, y las prestaciones sociales extendidas a quienes fueron expulsados del mercado laboral por el colapso de 2001".

"Más que ideas, el peronismo encarna un conjunto coherente de emociones y prácticas políticas", sostiene, citando una frase que Perón dijo en 1951: "Las masas no piensan, las masas sienten y tienen reacciones más o menos intuitivas y organizadas. Pero ¿quien produce esas reacciones? Su líder".

Así, para The Economist la presidente Cristina Fernández "ha demostrado ser una discípula consumada: ha perseguido implacablemente la popularidad, posponiendo una inevitable ajuste económico, mediante la explotación de su viudez y asociando su imagen a la del papa Francisco, un argentino con raíces peronistas".

Citando a Sergio Berensztein, la revista define al peronismo como "una concepción de la política, la idea del poder como fin en sí mismo", algo que lo emparenta con el PRI de México o el PMDB, un titular de la balanza de poder en Brasilia. Su ejercicio del poder se caracteriza por el líder fuerte y por el control de la calle. "Casi todos los presidentes peronistas han concentrado el poder en sus propias manos, sin tolerar rivales internos. Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, ha tenido a menudo que morderse la lengua para mantener el respaldo de Fernández. Pero nadie se sorprenderá si rompe con ella y muchos de sus políticos si llega a la Casa Rosada", agrega.

"Este liderazgo excluyente, junto con los cambios ideológicos, ha contribuido a la notoria inestabilidad política y económica de la Argentina. También ha significado que el propio peronismo se haya fragmentado cada vez más. Esta es la cuarta elección consecutiva que ha visto dos o tres candidatos peronistas. Si eso no ha importado, es en parte porque los rivales históricos de los peronistas, los radicales, han desaparecido, pero sobre todo porque los Kirchner tuvieron la suerte de ejercer el poder cuando los altos precios mundiales de las exportaciones agrícolas de Argentina llevaron a un rápido crecimiento económico, aumento de los salarios y un boom en el consumo de la clase media", explica.
"Más que ideas, el peronismo encarna un conjunto coherente de emociones y prácticas políticas", sostiene, citando una frase que Perón dijo en 1951: "Las masas no piensan, las masas sienten y tienen reacciones más o menos intuitivas y organizadas. Pero ¿quien produce esas reacciones? Su líder".

Así, para The Economist la presidente Cristina Fernández "ha demostrado ser una discípula consumada: ha perseguido implacablemente la popularidad, posponiendo una inevitable ajuste económico, mediante la explotación de su viudez y asociando su imagen a la del papa Francisco, un argentino con raíces peronistas".

Citando a Sergio Berensztein, la revista define al peronismo como "una concepción de la política, la idea del poder como fin en sí mismo", algo que lo emparenta con el PRI de México o el PMDB, un titular de la balanza de poder en Brasilia. Su ejercicio del poder se caracteriza por el líder fuerte y por el control de la calle. "Casi todos los presidentes peronistas han concentrado el poder en sus propias manos, sin tolerar rivales internos. Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, ha tenido a menudo que morderse la lengua para mantener el respaldo de Fernández. Pero nadie se sorprenderá si rompe con ella y muchos de sus políticos si llega a la Casa Rosada", agrega.

"Este liderazgo excluyente, junto con los cambios ideológicos, ha contribuido a la notoria inestabilidad política y económica de la Argentina. También ha significado que el propio peronismo se haya fragmentado cada vez más. Esta es la cuarta elección consecutiva que ha visto dos o tres candidatos peronistas. Si eso no ha importado, es en parte porque los rivales históricos de los peronistas, los radicales, han desaparecido, pero sobre todo porque los Kirchner tuvieron la suerte de ejercer el poder cuando los altos precios mundiales de las exportaciones agrícolas de Argentina llevaron a un rápido crecimiento económico, aumento de los salarios y un boom en el consumo de la clase media", explica.

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