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viernes, 17 de junio de 2016

El riesgo de una escalada armamentista en Europa

Por Roberto García Moritán - LA NACION

La escalada militar en Europa central y el Báltico pone a prueba la estabilidad regional y constituye el momento de mayor tensión de las últimas décadas en las relaciones entre Washington y Moscú. La reciente reunión entre Rusia y la OTAN en Bruselas, tras tres años de suspensión, no ha logrado disminuir el clima de desconfianza mutua y sólo confirmó la atmósfera de desencuentros. La próxima cumbre de la OTAN en Varsovia, según su secretario General, Jens Stoltenberg, tiene lugar "en circunstancias cruciales al estar la Alianza reforzando la defensa colectiva a un nivel sin precedente". La actual situación muestra lo inestable de la paz establecida en Europa desde 1989, tras el fin de la Guerra Fría.

Desde la anexión de Crimea y la intención de Rusia de cambiar el estatus establecido tras la disolución de la Unión Soviética, Estados Unidos ha cuadruplicado el gasto militar en Europa y la OTAN ha intensificado la presencia militar en la frontera terrestre, marítima y aérea de Rusia.

La entrada en funcionamiento del sistema antimisiles Aegis Ashore en la base de Deveselu en Rumania, a 600 kilómetros de la península de Crimea, es otra manifestación de la rivalidad existente junto con el inicio de las obras de construcción de una base similar en Polonia, en la localidad de Redzikowo, con radares y misiles interceptores, a 180 kilómetros del enclave ruso de Kalingrado. También, los ejercicios militares de la OTAN en la región del Báltico, con más de 10.000 efectivos de 14 países, en los que participan los bombarderos estratégicos B-52.
Rusia, que percibe la instalación del escudo antimisiles como un intento de privarla de su capacidad de disuasión nuclear, ha ampliado el sistema de defensa aérea con el despliegue de un número sustantivo de S-300, S-400 y S-500 Triumf y se prepara para neutralizar el escudo antimisiles con la adopción "de medidas de carácter militar técnico" ya que considera que el despliegue de la OTAN en Rumania, Polonia, el Báltico y el Mediterráneo representa una amenaza a su seguridad.


Una de esas contramedidas es la reorientación de los bombarderos TU-22M3 para fortalecer la capacidad de destruir con prioridad los sistemas antimisiles.

El argumento del Kremlin es que el escudo antimisiles norteamericano, como eslabón de la OTAN, tiene una clara proyección antirrusa. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha destacado "que es deplorable la decisión unilateral de instalar estos misiles" y que "no permitirá que eso suceda sin reacción adecuada". Asimismo ha señalado que los escudos norteamericanos "no son sistemas defensivos sino parte del potencial nuclear estratégico de Estados Unidos emplazado en la periferia de Rusia".

La OTAN insiste en que el Aegis Ashore persigue un propósito puramente defensivo y no amenaza el potencial de disuasión nuclear ruso por ser "incapaz, física y geográficamente, de derribar los misiles balísticos intercontinentales de Rusia". Asimismo, sostiene que el "objetivo consiste en abarcar un arco abstracto de eventual inestabilidad", sea que Irán no cumpla con los compromisos de desarme del programa militar nuclear, continúe con el desarrollo de misiles balísticos convencionales o surja "una nueva amenaza en Medio Oriente o de Corea del Norte a la seguridad europea".

Este cuadro pone en evidencia la alteración del delicado balance estratégico de fuerzas en Europa con el riesgo de iniciar una carrera armamentista de mayor dimensión a la conocida durante el siglo XX. También que cualquier incidente, de una u otra parte, puede provocar una situación fuera de control. Es de esperar que el Kremlin y la Casa Blanca reflexionen en sus respectivas políticas antes de que sea demasiado tarde. Es urgente que superen el déficit de confianza mutua y acuerden pasos concretos para garantizar un entorno europeo seguro y predecible.

Diplomático y ex vicecanciller argentino

viernes, 13 de mayo de 2016

Estados Unidos empieza a lanzar sus “ciberbombas” contra el ISIS

Por ÁGUEDA A.LLORCA - @agueda_llorca
A principios de este mismo mes y a raíz de los atentados perpetrados en Bruselas, el secretario de Defensa estadounidense, Ash Carter, quiso remarcar la importancia de su Comando Cibernético, cuyos miembros planteó elevar a la categoría del resto de combatientes.  Unos hackers y guerreros digitales imprescindibles a la hora de unir fuerzas con los ataques tradicionales.


Una facción básica en la lucha contra el ISIS que, según informa el New York Times, ha empezado a lanzar por primera vez –anteriormente sus acciones se habían centrado en Corea del Norte, Irán, Rusia y la China, principalmente- sus ciberbombas contra la organización terrorista armada hasta las teclas. Pero analicemos sus acciones.

De esta manera, el comando ejemplifica la estrategia que están empleando los EEUU contra el mal autodenominado Islámico, una organización que se caracteriza precisamente, por el uso de las redes sociales, la tecnología e Internet como vehículo a la hora de comunicarse, reclutar nuevos miembros, realizar pagos y transferencias, etcétera.

Una infraestructura que ahora el gobierno de Obama ha empezado a golpear de la mano de su USCC (por sus siglas en inglés y que, por cierto, trabaja en estrecha colaboración con la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense o NSA) y sus ataques informáticos.“Estamos lanzando ciberbombas. Es la primera vez que hacemos algo así”, ha reconocido Robert Work, vicesecretario de Defensa.

Y aunque no se han brindado demasiados detalles concretos sobre esta cibermisión, algunas de las fuentes encontradas en el citado periódico apuntan a que el objetivo principal es conseguir que los miembros del Cibercomando se infiltren en la red de comunicación de la célula y se hagan pasar por sus militantes. ¿La finalidad? Obtener datos de sus pautas, hábitos y métodos de primera mano. Ahora bien, no nos parece demasiado inteligente que lo hayan comunicado.

Otra de las medidas consistirá en manipular sus mensajes para interferir en sus comunicaciones, así como en cambiar sus ordenes para hacerlos vulnerables al ataque por drones, entre otros. “Estamos tratando de aislar al ISIS tanto física como virtualmente, limitando su habilidad de enviar órdenes, comunicarse entre ellos y conducir locales y tácticas”, resumía Joseph F. Dunford, General del Cuerpo de los Marines.


Evidentemente, las fuerzas gubernamentales estadounidenses no son las únicas que llevan a cabo su particular lucha en la red, sino que, entre los agentes más activos nos topamos con el grupo de hacktivistas Anonymous -cuyas principales operaciones se han centrado en el cierre y boicot de sus páginas, así como en la filtración de los datos más personales de los principales mandatarios del DAESH-.
Informe Capa Caida Twitte
Las redes sociales y herramientas de mensajería instantánea como Twitter y Telegram (respectivamente) también se han puesto manos a la obra de la mano de la eliminación masiva de miles de perfiles relacionados con las prácticas del grupo, así como de la toma de decisiones encaminadas a frenar la expansión mediática y frenar las comunicaciones de la entidad. De hecho, parece que están teniendo cierto éxito, pues hace unos meses comenzamos a “notar” que la guerra de propaganda del ISIS empezaba a ir de capa caída en la red de microblogging.

Una realidad que ya a mediados de febrero se encargó de confirmar un informe del Programa sobre el Extremismo de la Universidad George Washington. Un documento que apuntaba entonces que los terroristas no estaban teniendo mucha hora a la hora de reclutar nuevos miembros y difundir su propaganda a través de la red que ahora encabeza Jack Dorsey.
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Un duro golpe para la célula dado a conocer a través del periódico Independent y una investigación que analizó los perfiles de habla anglosajona vinculados al mal autodenominado Estado Islámico desde junio a octubre del 2015; y que llegó a la conclusión de que no solo se había reducido su efectividad en términos de alcance sino que la frecuencia de publicación también se había visto mermada.

El cambio, por otra parte, se atribuye a la creación de un algoritmo específico para detectar aquellos contenidos que inciten al odio y la violencia. Una iniciativa que no fue única en su especie, pues previamente Google modificó su sistema de AdWords con el objetivo de que, al tratar de encontrar datos relacionados con estos terroristas, se nos mostrase propaganda contraria al radicalismo islámico.

Al margen de lo comentado y de sus acciones en la red, hace tan solo unas horas que Obama ha decidido ampliar su presencia militar en SIRIA con el objetivo de combatir a ISIS. Un incremento que ascendería el total de soldados destinados a este territorio a 300; aunque actualmente cuenta con solo 50. ¿La idea? Ayudar a las fuerzas locales a combatir al grupo terrorista.

La decisión, sin embargo, ha sido aprobada pese a las conocidas reticencias del presidente, que finalmente ha autorizado la operación en un clima en el que la presión por apostar por la lucha contra la célula va en aumento. En toco aso y en e marco de una rueda de prensa llevada a cabo con la canciller alemana, Angela Merkel, el mandatario ha dejado claro que su intención no es la de ordenar un despliegue militar masivo.

Fuente: http://www.genbeta.com/a-fondo/estados-unidos-empieza-a-lanzar-sus-ciberbombas-contra-el-isis

miércoles, 6 de abril de 2016

Malvinas: Muchas manos en el plato

Por Urgente24
El impulso, el cortoplacismo, la desinformación y la necedad llevaron a militares y civiles argentinos a buscar recuperar por la fuerza las islas del Atlántico Sur, convirtiéndoles en un activo estratégico para los intereses británicos que antes lo mantenían subvaluado. ¿Cómo reenfocar el tema? 

Desde 1982 la Argentina busca, y no encuentra, una respuesta. Ni Raúl Alfonsín ni Carlos Menem ni Fernando De la Rúa ni los Kirchner han acertado en destrabar la situación que el 02/04 siempre se revela como un tema importante, que luego se desinfla. Precisamente para romper esa lógica coyuntural es que se publica el siguiente texto cuando ya no es 02/04.

“Repensando Malvinas - Una causa nacional” (El Ateneo, 2016), es un libro que en parte escribió el embajador Juan Archibaldo Lanús y en parte él compiló ensayos de otros estudiosos, con el propósito de elaborar un debate sobre el presente y futuro de las islas Malvinas, inalcanzables hoy día para la Argentina, cuya soberanía reclama. Aquí un fragmento del aporte del general que fue jefe de la Casa Militar de la Presidencia de la Nación, Julio Hang, y del diplomático Alberto Dojas:
Malvinas: Muchas manos en el plato...
Cementerio de soldados argentinos en Malvinas.
“(...) La creación de una base naval extranjera poderosa en las Islas Malvinas no podría, por la situación señalada, sino tener, como una de sus inmediatas, el dominio de nuestros mares adyacentes y sus costas.
El caso de un traspaso a otra potencia naval, venga como viniere, plantearía para nosotros un grave interrogante.
La permanencia de ellas en poder extranjero por un tiempo indefinido, no nos permitiría resolver en forma completa el problema de nuestra defensa marítima, cualquiera fuese la perfección de nuestro trabajo en costa firme.
La devolución de esas islas, sin menoscabar en lo más mínimo la grandes y poderío británicos, dejaría la única nube en la amistad del pueblo argentino al pueblo inglés, que sería así prenda segura para siempre. (...)”. Segundo Rosa Storni (vicealmirante, ministro de RR.EE., co-fundador del Instituto Oceanográfico Argentino, 1916).

Por JULIO A. HANG y ALBERTO E. DOJAS
La situación estratégica actual en el Atlántico Sur está aún marcada por la hegemonía estadounidense y la presencia británica y, en menor medida, francesa, que si bien conserva algunas posesiones en el Caribe y la Guayana, donde tienen la base de lanzamiento espacial, se interesa más por la ribera africana y sus antiguas colonias. Los tres tienen la mayor capacidad de proyectar fuerzas militares en la región. Otros países miembros de la OTAN, como España y Portugal, tienen la capacidad más reducida, pero procuran mantener su presencia en la mayoría de los eventos y ejercicios atlánticos: la primera conserva su interés por proyectar su influencia en Latinoamérica, aunque el tamaño relativamente discreto de su marina de guerra, la crisis económica y las limitaciones que le imponen la presencia estadounidense hacen que su influencia en términos estratégicos sea reducida; Portugal, al igual que España, se asienta en sus posesiones en el Atlántico para servir de apoyo a las operaciones de los países de la OTAN y en los remanentes de su influencia de sus antiguas colonias africanas.

La supremacía naval estadounidense, aunque no se ejerce directamente en el Atlántico Sur sino por medio de ejercicios militares conjuntos con los países ribereños (de los que participan a menudo fuerzas británicas), de visitas de unidades a los puertos de la región por la navegación ocasional de sus buques de guerra y regular de su flota de investigación oceánica y antártica, está, sin embargo, siempre presente en todos los análisis estratégicos. Por un lado, como estrecho aliado británico y, por el otro, con intereses propios en la región, su posición sobre la controversia de soberanía ha sido tradicionalmente prudente, declarando que no se inclina por ninguna de las partes que favorece una negociación bilateral. Los Estados Unidos han considerado históricamente a la Argentina como un factor de contrapeso en la región frente a las ambiciones brasileñas, favoreciendo una política de equilibrio de poderes en el Cono Sur, que le facilita su rol de árbitro de eventuales diferencias. Sin embargo, la creciente reducción de la capacidad militar argentina comparada con la del Brasil y las dificultades políticas por las que atraviesa periódicamente la relación bilateral no le han permitido a la Argentina utilizar en forma adecuada el contrapeso estadounidense para mejorar su posición estratégica y su fortaleza negociadora, favoreciendo gratuitamente los planes británicos.

Nuevos actores, algunos tímidamente, han comenzado a desarrollar una mayor presencia en la zona. El primer nuevo actor que ha desarrollado un actualizado pensamiento estratégico para el Atlántico Sur es Brasil, convertido en la principal economía de la región con una creciente gravitación internacional como mercado emergente. El interés por jugar un mayor rol en el orden regional y global, sumado en su directo interés en la preservación de los enormes  yacimientos de hidrocarburos en su plataforma continental, han impulsado un proyecto de renovación completa y sustancial ampliación de la capacidad de su marina de guerra, que incluye su ambición por ser el primer país latinoamericano en poseer submarinos a propulsión nuclear. El Brasil ha mantenido una activa política hacia el África, particularmente con los países luso parlante, que le brindan una oportunidad para desarrollar la cooperación e influencia en la ribera atlántica. Su participación en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) puede, eventualmente, colaborar en el ingreso de sus miembros como nuevos actores en el Atlántico Sur, a lo que se suman sus aspiraciones para ingresar como miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

El Brasil ha lanzado un proyecto de modernización de su flota y sus puertos, que incluye la renovación de sus fragatas y destructores; el mantenimiento de su portaaviones; la adquisición de submarinos y la construcción de un submarino nuclear, que tendrá un efecto importante en el escenario estratégico regional (N. de la R.: habrá que ver cómo queda en el marco de la grave crisis institucional que padece ese país). Todo ello enmarca en un proyecto que supera los 34.000 millones de dólares, pero que por las presentes dificultades económicas avanza lentamente. Sus actuales medios no podrían equilibrar una flota con submarinos nucleares, destructores y fragatas misilísticas de última generación, pero, no obstante, es la principal marina de guerra de Sudamérica. El Brasil ha decidido la adquisición de su nueva aviación de combate que le otorgará una capacidad de control sobre todo su espacio soberano y de disuasión a eventuales despliegues amenazantes, al actuar mancomunadamente con su creciente potencia naval que, con su actual capacidad puede servir a la protección de su riqueza petrolera y participar con otras marinas en la seguridad del mar.

Sudáfrica ha ido emergiendo, aunque más lentamente y con menos recursos aplicados a su proyección naval, como otro nuevo actor de creciente presencia tanto en el Atlántico como el Indico, con una ubicación estratégica para la comunicación entre ambos océanos. Las relaciones con la Argentina y el Brasil (y en menor medida con el Uruguay) han ido en aumento sostenido desde la instauración democrática en el país africano. Los ejercicios navales regulares Atlasur y las numerosas visitas de los Ministros de Defensa han ido desarrollando las relaciones entre ambas márgenes del Atlántico Sur. Sudáfrica ha sido incorporada al grupo BRICS, aunque su inclusión se aprecia más en razón de la conveniencia política de contar con un país africano que en su importancia en la economía global. La posición de Sudáfrica sobre la controversia en torno a las Malvinas ha sido un elemento de dificultad en las relaciones con la Argentina.

Los otros tres grandes países atlánticos africanos, Nigeria, Namibia y Angola, tienen una capacidad aún muy limitada y están comprometidos antes en construir una capacidad de controladora costra que en la proyección de fuerzas en la vastedad atlántica. Es también útil tener en cuenta que siete países africanos de la cuenca son miembros de la Comunidad Británica de Naciones: Camerún, Gambia, Ghana, Namibia, Nigeria, Sierra Leona y Sudáfrica.

Venezuela tiene cierta relevancia por sus importantes recursos petroleros. Los contratos firmados con la Federación de Rusia, que la convertirían en el segundo importador de armas de ese origen, parecen estar limitados a equipar su Ejército y Fuerza Aérea, dado que no se ha mencionado ninguna inversión sustancial de ese origen para su marina de guerra.

Tanto el Uruguay como el resto de los países africanos no han demostrado un interés particular por dotarse de medios navales de alguna significación. Solo Marruecos parece anunciar una voluntad de jugar un rol articulador entre el Atlántico Norte, el Sur y el Mediterráneo, aunque su capacidad naval es muy limitada. En apoyo de esa estrategia, el país ha desarrollado importantes obras de infraestructura como el puerto de contenedores Tánger Med, destinado a facilitar su tránsito del Atlántico al Mediterráneo, y la proyectada carrera transmagrebí.

De las potencias extra regionales, China y la India son dos actores a los que se atribuye un mayor interés en el Atlántico Sur. Ninguno de ellos tiene una tradición de gran potencia marítima, por lo que se encuentran en un proceso de desarrollo se sus marinas, que corre paralelo al desarrollo de nuevas doctrinas y visiones estratégicas que puedan acompañar su cambio hacia convertirse en jugadores globales. La preocupación por el entorno estratégico asiático concentra aún los esfuerzos y atenciones de la primera etapa de su eventual proyección fuera de sus costas. De todos modos, una competencia estratégica entre ambos no parece probable en el corto plazo.

En el caso de China, más adelantada en esta materia que la India, diversas señales parecen indicar que la política oceánica ha de tener creciente influencia en su economía y en sus intereses estratégicos, tanto por las complejidades que enfrenta en el mar de China y su entorno próximo, como porque, como ha anunciado, “el siglo XXI será la era del océano”, no sólo por las razones señaladas, sino también porque las naciones más importantes consideran sus intereses marítimos como cruciales, desarrollando nuevas políticas económicas hacia el mar y realizando los ajustes estratégicos necesarios. Es un proceso del que China no puede ni quiere quedarse ajena, porque la historia prueba que el surgimiento de las grandes potencias es inseparable del aumento de la marina.

Este interés también acompaña la creciente dependencia de materias primas de su economía, cuyo abastecimiento depende en parte de recursos naturales que provienen de los países del Atlántico Sur, sus intereses comerciales y el aumento de sus inversiones empresariales no sólo en África sino también en América latina. China se ha convertido en la última década en uno de los principales comerciantes de la región, aunque el patrón de las relaciones parece continuar las limitaciones del modelo tradicional en que los países del sur exportan derivados de los recursos naturales e importan productos manufacturados que compiten con su propia producción. Este patrón de comercio desigual se aplica incluso en el Brasil, el país con mayor desarrollo industrial en todo el Atlántico Sur. Su participación en la construcción de obras de infraestructura – muchas de ellas, donaciones- y en el suministro de créditos a la región también se ha beneficiado de un aumento de consideración.

En noviembre de 2010, dos buques de guerra chinos entraron por primera vez en el Atlántico Sur, al visitar Durban y luego regresar hacia su país. El 30 de octubre de 2013, el destructor misilístico “Lanzhou”, la fragata” Liuzhou” y el barco de abastecimiento “Boyanghu” amarraron en el puerto de Buenos Aires provenientes de Chile y luego de haber atravesado el estrecho de Magallanes, como una etapa es su gira alrededor del mundo, constituyendo una sorpresiva señal de interés para otros actores de la región. Recientemente, se han analizado diversos proyectos de cooperación en materia de defensa entre China y la Argentina. Sin embargo, puede resultar prematuro asegurar que China podrá contar en los próximos 10 años con una capacidad y doctrina militares para poder ejercer una influencia significativa en el escenario estratégico del Atlántico Sur. La atracción de su modelo político y de otros aspectos de su “poder blando” en la zona es difícil de anticipar por el momento.

El ingreso de la India a este escenario estratégico continúa siendo, por el momento, más una hipótesis de círculos académicos que una palpable realidad. Ciertos elementos como el crecimiento económico y el aumento del comercio en la región, la dependencia de su economía de ciertos insumos básicos provenientes de ella, las relaciones con una diáspora nacional asentada en diversos países sudatlánticos y el interés en jugar un rol en la política mundial pueden ser el fundamento de una eventual mayor presencia India, que por el momento es muy reducida. La coordinación de una estrategia hacia el Atlántico Sur entre la India y China que pudieran competir con la OTAN parece también improbable en el futuro cercano, en razón de las diferencias que continúan existiendo entre ambos en el escenario asiático y las líneas directrices de la actual política exterior India. Un elemento importante a tenerse en cuenta en caso de desarrollarse la presencia militar india en la zona es que, siendo una potencia nuclear, no forma parte del tratado de Tlatelolco que establece una zona libre de armas nucleares en gran parte del Atlántico Sur.

Las relaciones argentinas con Rusia, que, al igual que China, ha apoyado al país en su controversia por las Malvinas, han sido tradicionalmente amistosas y han cobrado un nuevo impulso en épocas recientes. En este contexto, la Argentina ha adquirido dos helicópteros Mi 17 que permiten conectar el continente con las bases antárticas y complementarían, posteriormente, las tareas del rompehielos “Irízar”.

Irán ha tratado de aprovechar el contexto político latinoamericano para ampliar su influencia en materia militar y política en países de la región, particularmente en Venezuela y Bolivia, que, aunque es un país mediterráneo y sin gran significación económica, influye  en cierta medida en el Cono sur. Las relaciones con la Argentina, de la que ha constituido tradicionalmente un importante importador de alimentos, han sufrido  el impacto de los vaivenes de las investigaciones del atentado de la mutual AMIA. Su presencia naval en la zona es casi nula.

Australia no tiene entre sus prioridades estratégicas el Atlántico Sur, dado que su atención se dirige al escenario asiático.

Todos los nuevos actores comparten el interés en mantener abiertas las líneas de comunicación oceánica para asegurar su abastecimiento y comercio, así como la explotación de los recursos naturales. La seguridad de la navegación y otras actividades oceánicas se ha convertido en una preocupación creciente por las actividades ilícitas de actores no estatales con cierta capacidad para desarrollar sus actividades a una distancia relativamente  importante de las costas. Entre ellos, dos son fuente de atención por sus actividades en los espacios marítimos: el narcotráfico y la piratería, particularmente en el Golfo de Guinea, reservorio de importantes yacimientos de hidrocarburos. El terrorismo integrista y los grupos armados que procuran el acceso a recursos naturales críticos o mantienen relaciones con la producción y el tráfico de estupefacientes, el tráfico de personas y armas, incluyendo las de destrucción en masa, y otros graves delitos, basados principalmente en los continentes, pero que encuentran en los puerto africanos atlánticos un lugar de trasbordo hacia los mercados finales, también son objeto de creciente interés y han dado lugar a diversos ejercicios de entrenamiento y capacitación de los países costeros por las potencias occidentales.

La lucha contra estos flagelos sirve de base para desarrollar la cooperación entre los países ribereños y los actores nuevos y tradicionales, que se concreta en múltiples reuniones internacionales convocadas al efecto y en las organizaciones internacionales competentes. El 13 de junio de 2009, por ejemplo, se reunieron en Lazarote, España, doce países interesados en acordar mecanismos de coordinación en materia de seguridad (crimen organizado, narcotráfico y piratería), inmigración ilegal, biodiversidad, clima y comercio en el Atlántico Sur. Los doce participantes fueron Angola, Argentina, Brasil, Cabo Verde, Camerún, España, Francia, Marruecos, Nigeria, Portugal, Senegal y Uruguay. Venezuela, Costa de Marfil y Sudáfrica no enviaron representantes a pesar de haber sido invitados. Sin embargo, eventuales proyectos tanto para crear una OTAN del sur o sumar al Atlántico Sur a la OTAN formando una única OTA, no han tenido mayor repercusión. Una alianza similar entre los países a un lado u otro del Atlántico tampoco a prosperado. El Mercosur no ha creado una estructura de coordinación naval que le permita una proyección de fuerzas en el área, aunque existen ejercicios regulares entre sus marinas con la participación, en ciertos casos, de Sudáfrica. La Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación (PSI), que reúne a más de cien países alrededor del mundo para combatir el tráfico ilegal de armas de destrucción en masa, solo tiene como participantes a dos países del área: Argentina y Angola.

Mecanismos voluntarios para combatir la piratería y otros desafíos a la seguridad oceánica pueden desarrollarse en el Atlántico Sur, particularmente respecto del Golfo de Guinea, siguiendo el modelo existente de Fuerzas Combinadas Marítimas para el Índico frente a las costas de Somalia, el golfo de Adén y otras zonas críticas vecinas. Recientemente, la Unión Europea aprobó el Critical Marine Routes in the Gulf of Guinea Programme  (CRIMGO), para ayudar a los países de la región –Benín, Camerún, Guinea Ecuatorial, Gabón, Nigeria, Santo Tomé y Príncipe y Togo- a mejorar la seguridad de las principales rutas marítimas, entrenar a sus prefecturas navales y compartir información crítica. De esa zona provienen el 13% del petróleo y el 6% del gas importado por la UE. El 28 de febrero de 2013 concluyó el ejercicio Obangame Express 2013 (OE-13), dirigido al entrenamiento en operaciones contra la piratería y a favor de la seguridad marítima en el golfo de Guinea, que reunió a dieciséis países africanos, europeos y americanos.

La participación británica en estas iniciativas le brinda una oportunidad para mantener activa su presencia en el Atlántico Sur. Como se informó recientemente en un seminario dedicado al Golfo de Guinea en Chatham House, la marina británica tiene la capacidad para prevenir los conflictos por medio de la influencia política; brindando seguridad en el mar a los intereses de Reino Unido y jugando un rol clave en el mantenimiento del orden marítimo; promoviendo asociaciones y desarrollando relaciones estables y cooperativas alrededor del mundo; proveyendo asistencia humanitaria a escala global sin depender de los recursos o infraestructura de un país determinado; protegiendo la economía mundial asegurando las rutas comerciales y el flujo de recursos energéticos y estando preparada para combatir, haciendo posible al gobierno británico emplear la fuerza militar en el momento y el lugar que este elija.

El Royal United Service Institute (RUSI), un conocido Think Tank del Reino Unido, desarrolló varios estudios en ocasión del 30º aniversario de la Guerra de Malvinas. En uno de ellos, que en castellano se titularía “Más allá de la retórica. ¿Podría el agudizado debate de Malvinas amenazar los intereses británicos en América latina?", se destacó que el apoyo de la OEA, la CELAC y el Mercosur a las acciones argentinas en busca de reiniciar las negociaciones sobre Malvinas pueden afectar los intereses militares, diplomáticos y comerciales británicos. El estudio también señala que los Estados Unidos tratan de mantener su influencia sobre América latina y, siguiendo sus propios intereses, podrían llegar a favorecer la posición argentina sobre Malvinas. Para hacer frente a estos riesgos, se propone reabrir embajadas, como en El Salvador, aumentar el número de consulados, promover la venta de material de guerra al Brasil, como el caso de los tres patrulleros oceánicos vendidos por la empresa BAE por 133 millones de libras, mantenerse  como el cuarto inversor directo en la región, y otras acciones similares. Finalmente, el estudio recomienda recuperar la iniciativa y transmitir el mensaje a América latina y a los Estados Unidos de que la aceptación de los argumentos argentinos sobre Malvinas “no es una estrategia libre de riesgo”.

Capacidad argentina para actuar en este escenario estratégico

En el diseño de una estrategia negociadora argentina con el Reino Unido sobre todos los territorios en disputa, nuestro objetivo final debería ser recuperar nuestros derechos no sólo sobre nuestros territorios insulares en el Atlántico Sur y sus zonas de influencia, sino también sobre todos los recursos de la plataforma continental y otras áreas bajo jurisdicción de los Estados que en el futuro pudieran reconocerse: el océano es la nueva frontera para la expansión de jurisdicciones y explotación de recursos del siglo XXI.

Hay que tener en cuenta que la posesión de estos territorios insulares le permite al Reino Unido reclamar un área de casi 2.000.000 de Km. Cuadrados.

La correlación de fuerzas en los diversos tableros en los que se descompone el poder internacional de las naciones encuentra a la Argentina en una posición relativa muy desfavorable, porque el Reino Unido tiene una sustancial ventaja en el tamaño y complejidad de su economía; el carácter global de sus grandes empresas; el volumen y estructura de su capital financiero; el nivel de desarrollo científico y tecnológico y su correlato, la innovación empresarial; su capacidad militar y sus alianzas con grandes potencias; la red de solidaridades y negocios de la Comunidad Británica de Naciones y la atracción de su cultura y valores a escala global.

Sin embargo, otros factores como la vecindad geográfica con la zona en disputa; la profundidad de las relaciones con los países sudamericanos; la capacidad y la competitividad de nuestro sector agropecuario; la amplia disponibilidad de recursos naturales; la potencialidad de nuestro sector científico y tecnológico, particularmente en materia nuclear y espacial; la atracción y la difusión de nuestra cultura y sociedad y la defensa de los derechos humanos compensan, en cierta medida, ese desequilibrio estratégico.

Las diferencias existentes en materia de poder duro solo podrán acortarse mediante una sistemática política de desarrollo dirigida a la construcción de poder en esas áreas. Aun considerando un escenario internacional favorable a nuestro país, la correlación de fuerzas continuará siendo favorable  para el Reino Unido por un prolongado lapso que, si no suceden acontecimientos inesperados, puede calcularse en varias décadas. Las diferencias actuales pueden cambiar sustancialmente en el tiempo, como lo probó la diferente situación relativa en la que se encontraron China y Gran Bretaña al final del período de arriendo de Hong Kong.

En el campo del poder naval, si bien la Armada Argentina había recibido en los años ‘80 cierta modernización y contaba con un portaaviones y submarinos convencionales, las diferencias con la capacidad naval británica eran sustantivas. La situación actual, con cuatro destructores y seis fragatas en servicio, junto con tres fragatas más antiguas y submarinos convencionales que necesitan una repotenciación de sus sistemas para prolongar su vida de combate, es notoriamente inferior. Los planes de adquisición de patrulleros oceánicos pueden aumentar nuestra capacidad de control del mar, aunque su impacto estratégico es mínimo. La construcción de un submarino de propulsión nuclear y armamento convencional no cambiará tampoco la desigual correlación de fuerzas entre ambos países, pero tendrá un efecto de demostración de nuestra capacidad científico-tecnológica en materia de defensa. La Aviación Naval y la Fuerza Aérea mantienen una escasez significativa de recursos y presupuesto, que torna escasez significativa de recursos y presupuesto, que torna difícil un adecuado control espacial del territorio marítimo. El Reino Unido utiliza su poder de negociación y sus alianzas para dificultar el acceso argentino a tecnologías modernas en materia de defensa. Las diferencias entre las capacidades industriales y tecnológicas de los dos países están en la base de la debilidad estratégica argentina.

Nuestros medios militares exhiben una debilidad sustancial para ejercer un efectivo ejercicio de la soberanía marítima sobre nuestros espacios oceánicos y mantienen en serio riesgo nuestra capacidad para disuadir y, llegado el caso, enfrentar favorablemente las potenciales amenazas sobre nuestros intereses vitales. La ausencia argentina es la condición de la presencia de terceras potencias sobre nuestro espacio estratégico sobre el Atlántico Sur. La actividad británica en nuestro espacio marino soberano se ve beneficiada por la escasa capacidad de acción de nuestros medios de control marítimo. Esta situación los permite, con un reducido gasto de defensa, intervenir en toda la región; participar en los ejercicios militares en el área; abastecer sus naves en los países vecinos; proteger la explotación pesquera, la exploración petrolífera y apoyar sus campañas antárticas.

La debilidad argentina tiene su contracara en la capacidad naval que está construyendo el Brasil. No puede descartarse que, en un futuro no muy lejano, nuestro vecino, ya transformado en una de las diez economías más importante del planeta y con una supremacía naval en Sudamérica, reivindique el liderazgo naval del Atlántico Sur. Si bien esta emergente potencia, de persistir la debilidad argentina, nos colocara en una situación aún más marginal en el área, por el otro lado puede generar una competencia con las potencias extrarregionales que actúan en la zona. En cambio, si la declinación de Gran Bretaña se agudiza, el crecimiento del Brasil se consolida y nuestro país crece y desarrolla su economía y sus recursos navales, pueden crearse mejores condiciones para un equilibrio favorable en el plano estratégico, que facilite alcanzar una negociación pacífica del diferendo. La integración argentina con el Brasil y el Uruguay y la construcción de una alianza estratégica con ellos es, por lo tanto, una prioridad de nuestra política hacia los territorios en disputa. Lo mismo puede decirse de nuestra relación con Chile. Las debilidades y fortalezas recíprocas de la Argentina y el Reino Unido en esta zona del Atlántico Sur están directamente influenciadas por la profundidad de las relaciones de nuestro país con sus países vecinos en el Cono Sur de América.

Una política de Estado para la Argentina en el Atlántico Sur en el siglo XXI

El aumento de la población mundial, la escasez de ciertos recursos no renovables, las necesidades de nuevos materiales para apoyar la revolución tecnológica y las crecientes posibilidades de extracción de recursos del lecho y subsuelo marino, revalorizan cada día a la riqueza contenida en el mar. Nuestra política hacia el Atlántico Sur tiene que tener presente, además de estas circunstancias, que la evolución científico-tecnológica amplía exponencialmente los espacios sobre los que se puede ejercer el dominio del Estado a partir del territorio terrestre, dando origen a un proceso que, por ejemplo, condujo, en su momento, a la incorporación efectiva a la jurisdicción estatal del mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva, la plataforma continental, el espacio aéreo, el espacio ultraterrestre y el subsuelo terrestre y marino.

La cuestión es particularmente crítica cuando se compara nuestro territorio continental con nuestro territorio marítimo, las islas, el subsuelo, el territorio antártico y el espacio aéreo: se trata de una superficie tres veces mayor. A ello deben sumarse los espacios oceánicos sobre los que ejercemos otras jurisdicciones y competencias y, más allá de estas, vastas zonas abiertas, en principio, a la utilización de todos pero que, en realidad, están rápidamente convirtiéndose en objeto de un cierto orden público “de facto” establecido por los países que tienen la voluntad y la capacidad para ejercer el poder de policía y de explotar sus recursos. El territorio tiene que pensarse hoy como todo el campo en el que el Estado ejerce jurisdicción y competencia, incluyendo esas áreas no nacionales en las que comparte o tiene interés en compartir el ejercicio de ciertas jurisdicciones y competencias acordadas con otros Estados.

Nuestro territorio marítimo, con sus islas, el subsuelo y el territorio antártico linda con la zona más despoblada y de menor actividad económica del país. Urge, por lo tanto, promover y realizar las inversiones necesarias para implementar una infraestructura inteligente que vertebre este territorio austral, creando las condiciones para impulsar el desarrollo, el empleo y una distribución más armoniosa de la población, uniendo el sur al núcleo central pampeano más desarrollado. Una política territorial y oceánica integrada permitirá crear nuevos polos de desarrollo, nuevas infraestructuras, nuevos núcleos urbanos, nuevos productos y la apertura de nuevos mercados. Una política acertada de largo plazo hacia la Patagonia, el Atlántico Sur y la Antártida tendrán también un enorme impacto en el desarrollo de la investigación científica de punta y de las nuevas tecnologías, promoviendo la innovación empresarial y el desarrollo de nuevos productos. La estrategia que llevemos adelante para la puesta en valor de nuestro territorio patagónico y oceánico influirá decisivamente en el futuro de la Argentina; la construcción de las bases de nuestro poder; el rol que podremos jugar en el mundo del siglo XXI y el nivel de vida que brindaremos a nuestra sociedad.

La Argentina celebra el bicentenario de vida independiente en medio de la perplejidad ante se declinación relativa tanto frente a sus vecinos como en el concierto internacional. Muchos analistas tienden a considerar que la situación actual es el producto de una incapacidad histórica para definir y ejecutar nuestras ambiciones estratégicas en el largo plazo.  Sin embargo, mantenemos viva en nuestra memoria histórica el haber sido un país que enfrentó sus dificultades con valentía e inteligencia y articuló su política de defensa con su política exterior para consolidar sus fronteras, su unidad nacional y un gobierno federal. Estas condiciones nos llevaron a ser uno de los grandes países del mundo.

La Argentina tiene una nueva oportunidad porque están dadas todas las condiciones para volver a ser un gran país en el concierto de las naciones. Las tareas que tenemos por delante son todas realizables y financiables con el actual nivel de desarrollo económico. Lo que necesitamos para llevarlas adelante es acordar una política de Estado entre los partidos mayoristas, que le otorgue el necesario apoyo político y presupuestario a lo largo del tiempo que requerirá su implementación exitosa, manteniéndola alejada de las controversias y la competencia política cotidianas.

La política hacia el Atlántico Sur que necesitamos para el siglo XXI no presenta la complejidad que tuvo hace doscientos años consolidarnos como nación independiente. La Argentina, además, no tiene vocación expansionista ni imperialista, ni reclama territorios irredentos de sus vecinos. La única controversia que mantenemos es por un territorio ocupado por un resabio colonial. Nuestra política de defensa, por lo tanto, no persigue ningún objetivo agresivo, todo lo contrario, está basada en la cooperación y en la integración con los vecinos. Pero como hemos visto, para llevar a cabo con éxito esta política de cooperación e integración, debemos dotarnos de los medios para participar equilibradamente en ella.

Las diferencias de los que están a la vanguardia de los conocimientos científicos y técnicos y que cuentan con los medios para ejercer las funciones estatales en todos los campos y los que no las poseen se expande deprisa, al ritmo  de la innovación y de acuerdo con las disponibilidades y decisiones presupuestarias para contar con las capacidades necesarias para ejercerlas. Esas diferencias agregan una nueva dimensión a los planos en los que se descompone el poder real que tiene cada Estado.

Todos los días se construye el poder mundial en un conjunto de tableros en los que juegan su rol la política exterior, la política de defensa, la política financiera y bancaria, la política comercial y la política científico-tecnológica, entre otras. Nuestra política hacia el Atlántico Sur debe partir del reconocimiento del hecho de que alguien se está ocupando de lo que nosotros abandonamos, en cada uno de esos tableros, incluyendo la seguridad de nuestras regiones de interés estratégico: la prueba, como lo hemos visto, la cadena de bases militares a través de todo el Atlántico, desde el Ártico a la Antártida.

Nuestros intereses vitales y los objetivos de nuestra política exterior requieren que nos dotemos de los medios y de las políticas adecuadas para no quedar a merced de otros que están diseñando, fijando estándares y estableciendo las reglas sin nuestra participación. Es muy importante para el despliegue de nuestra política de exterior y de defensa independiente no terminar formando parte de la periferia constituida por las estrategias y las capacidades de otros países. La periferia es la contracara de la hegemonía. Allí donde no estén la capacidad y la estrategia argentina para participar en el diseño de un orden de seguridad regional y global, habrá otras potencias diseñando el orden de acuerdo a sus intereses. La política exterior y la política de defensa son, en materia de preservación de los intereses vitales, como las dos caras del dios Jano: unidas por una sola razón, ambas se necesitan y refuerzan mutuamente. Si la política de defensa sin la estrategia general de la política exterior sufre de miopía para comprender la complejidad y racionalidad final de las acciones que desarrollaremos en el escenario internacional, la política exterior sin el concurso de la política de defensa es importante para la preservación de los intereses vitales.

Tenemos, pues, que fortalecer nuestra voluntad nacional y contar con las capacidades para fijar nuestros propios objetivos, darnos nuestras propias políticas, analizar el escenario internacional con la punta seca del compás centrada en nuestros intereses nacionales y asignar los recursos allí donde están nuestros intereses vitales de largo plazo, como hace toda democracia avanzada del mundo. Nuestra participación activa en el escenario estratégico internacional también nos brindara la oportunidad de promover los valores democráticos, la plena vigencia de los derechos humanos, el uso responsable de las tecnologías y la preservación del medio ambiente para las futuras generaciones. Nuestra acción tiene que evitar que los intereses de los sectores que actúan sobre los mares y océanos y la búsqueda de un beneficio o utilidad inmediata no afecten negativamente los intereses más generales y compartidos ni los de largo plazo. Para preservar y proteger los intereses públicos y privados en el largo plazo se requiere una concentración entre todos los sectores para diseñar una estrategia sustentable en tiempo.

Un reclamo incesante por continuar bregando por la recuperación de nuestras Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur de los veteranos de la guerra del Atlántico Sur y del recuerdo de los que allí murieron heroicamente por la patria. Ellos nos obligan también a una constante reflexión sobre la frustración ya casi bicentenaria de no poder alcanzar un remedio al despojo sufrido. A ellos debemos nuestro agradecimiento y el compromiso del esfuerzo de las generaciones presentes y venideras hasta lograr que se haga una realidad el mandato constitucional de recuperar estos territorios por medios pacíficos.

Una estrategia acertada y con un amplio consenso interno hacia el Atlántico Sur nos permitirá iniciar una nueva etapa, que coincidirá con el comienzo de nuestro tercer centenario. De este modo, también honraremos a los padres de patria que se sacrificaron por nuestra independencia y nos dejaron no solo con la octava superficie de los países del mundo, sino una de las más bellas y dotadas geografías.

domingo, 3 de enero de 2016

Un segundo portaviones y nuevas ramas militares: Lo más importante de la nueva estrategia de China

(RT.com) - China ha creado tres nuevas unidades militares en el marco de la nueva estrategia militar adoptada en 2015 y moderniza a ritmo acelerado su equipamiento militar.
Submarinos y buques de guerra de la Armada china
Submarinos y buques de guerra de la Armada china Submarinos y buques de guerra de la Armada china / Reuters / Guang Niu

La creación de tres nuevas unidades militares, la actualización del equipamiento y la modernización de la estructura de mando del Ejército: estos puntos clave constituirán una importante reforma de las fuerzas armadas chinas, considerada la mayor desde la década del 50.

En el mayo de 2015, el país asiático publicó el libro blanco de su estrategia militar según la cual China se atendrá al concepto de "defensa activa" y buscará una cooperación internacional más estrecha en los asuntos de seguridad global. "China no atacará a no ser que nos ataquen", se remarcó en el documento.

Asimismo, entre los dominios de seguridad críticos, se mencionó los océanos, el espacio, el ciberespacio y las fuerzas nucleares, excluyendo la posibilidad de una carrera armamentista nuclear con otro país.

Tres nuevas ramas militares

Este viernes, la Comisión Militar Central de China anunció la creación de tres nuevos tipos de tropas dentro del Ejército Popular de Liberación del país. Concretamente, se trata de las fuerzas de misiles y de apoyo estratégico, así como de una nueva unidad de mando general del Ejército, informa Xinhua.

El presidente Xi Jinping ha subrayado que es una importante decisión para "realizar el sueño chino de tener un Ejército fuerte" y ha añadido que se trata de "un paso estratégico para establecer un sistema militar moderno con características chinas".

El líder chino ha instado a las tropas de misiles ―que se encargarán de los misiles y cohetes― a "mejorar la disuasión nuclear y la capacidad de contrataque, así como la capacidad de ataque de precisión de medio y largo alcance".

Mientras tanto, la unidad de apoyo estratégico será responsable "de la guerra de alta tecnología en el espacio y en Internet", informa South China Morning Post. La nueva rama es descrita como "un punto importante de crecimiento" en la capacidad de lucha de los militares chinos.

Remodelación del Ejército en "5 zonas estratégicas"

La reforma militar incluye el establecimiento de una estructura de mando operativo conjunto para 2020, así como la reestructuración de las 7 regiones militares existentes en 5.  Las cinco nuevas zonas militares "estratégicas" incluirán una vasta zona del oeste, que cubre más de la mitad del país, una zona más grande del norte, que se concentrará en Mongolia, el Lejano Oriente ruso y la península de Corea, precisa Straits Times. Esto permitirá al ejército, la marina y la fuerza aérea de China "estar mejor representados en todo el país".

El segundo portaviones y misiles antisatélites, entre las nuevas armas

La eliminación gradual del equipamiento viejo y el desarrollo de nuevas armas será otra gran característica de las reformas chinas. Recientemente, el Ministerio de Defensa del país ha confirmado que el gigante asiático está construyendo su segundo portaviones.

El primer portaviones de la armada china, Liaoning, es un barco de la era soviética que fue comprado a Ucrania en 1998 y remodelado a continuación en China. En esta ocasión, la construcción del buque se realiza utilizando tecnología nacional.

Expertos destacan que se trata de un importante avance para el objetivo del gigante asiático de desarrollar en la década de 2020 una flota de portaviones capaz de mantener las persistentes operaciones en las zonas de disputas territoriales, como los mares del sur y el este de China.

Asimismo, el país ha confirmado recientemente las pruebas de misiles DN-3, capaces de alcanzar satélites estadounidenses. Se trata del tercer misil antisatélites desarrollado por China, después del DN-1 y el DN-2, que se da a conocer.

martes, 3 de noviembre de 2015

Con el inicio de la construcción de la Base Naval HMS, la Royal Navy vuelve a Baréin después de 44 años

(defensa.com) Con el inicio oficial de las obras de la que se denominará Base Naval HMS (His/Her Majesty's Ship) Jaffair, la Royal Navy británica volverá a tener una sede permanente en esta vital región del planeta, desde que en 1971 transfirió la instalación portuaria, que tenía el mismo nombre, a los Estados Unidos.
La importancia de la decisión, tras lograr el preceptivo acuerdo con el Gobierno de Baréin, de volver a instalarse en los que los británicos designan como  “East of Suez”, quedo refrendada con la presencia el 1 de noviembre del denominado Foreign Secretary (ministro de Exteriores de Reino Unido) Philip Hammond, que acompañado de su colega del Reino árabe Sheik Khalid bin Ahmed Al Khalifa, inauguraron las obras. La zona elegida para instalar la base está en el denominado Puerto de Mina Salman, sito junto a la capital del país, Manama, y muy cerca de las instalaciones, y Cuartel General, de la V Flota de la US Navy (marina militar de los Estados Unidos).

La idea es mantener allí basados permanentemente cazaminas de la Royal Navy, que aseguren la rápida apertura de la navegación en el vital Golfo Pérsico en caso de que terroristas o alguna nación de la zona colocasen minas marinas, lo que asegurará más la estabilidad en la zona, según manifestó el político británico. La base cuyas obras costaran 13 millones de libras (23 millones de dólares), acabaran previsiblemente en otoño de 2016, y permitirán instalar a los 80 miembros de las fuerzas armadas británicas, que trabajaran permanentemente en ella. La instalación también será vital para dar facilidades portuarias a la presencia temporal de las fragatas y destructores, y demás navíos de la Royal Navy, según confirma el Ministerio de Defensa de Reino Unido, incluidos los portaaviones de nueva generación (clase Queen Elizabeth), que se desplieguen en la zona en caso de maniobras y crisis. (Texto y fotografía: Julio Maíz Sanz)

Fotografía: El cazaminas HMS “Brocklesby”, un veterano navío de la clase “Hunt”. En caso de volver al Golfo, como durante la guerra de Irak de 2003, contará con una instalación naval de la propia Royal Navy.

sábado, 10 de octubre de 2015

El giro de los Estados Unidos hacia la región de Asia-Pacífico en el ámbito de la Seguridad Marítima




Durante los últimos años, el ascenso de China ha sido evidente en todos los ámbitos, llegando a constituirse sin ningún tipo de dudas en una potencia de orden global. Sin embargo, la evolución de sus aspiraciones hacia el entorno marítimo es más reciente y está provocando diferentes reacciones en el ámbito internacional, situando al Mar de China como una zona de posible enfrentamiento entre los Estados Unidos, la potencia marítima del Pacífico tras la Segunda Guerra Mundial; y China, un aspirante con claras ambiciones en este ámbito.

Henry Kissinger, en su libro China, afirma que quien pretenda comprender el papel en el mundo en el siglo XXI de China, tiene que empezar valorando el contexto tradicional del país, que históricamente ha mantenido sus reivindicaciones territoriales con límites en las orillas de los mares y que a pesar del desarrollo en el mundo de la náutica de la dinastía Song (960-1279) y de las exploraciones llevadas a cabo durante los primeros años de la dinastía Ming por el almirante Zheng a Java, la India, el Cuerno de África o el estrecho de Ormuz; optó por retirarse voluntariamente en 1433 del ámbito de la exploración naval en defensa de sus fronteras continentales.

Durante los últimos años se ha podido asistir a un auge de la tensión provocada por las diferentes reclamaciones territoriales entre diversos países en el Mar de China[1], y más recientemente con la construcción de islas artificiales y la reclamación de la soberanía asociada a ellas. Sin embargo, no ha sido hasta la publicación de su Estrategia Militar en mayo de este mismo año, cuando el Ejército de la República Popular de China ha mostrado una ambición más global en el ámbito marítimo. Esta Estrategia Militar, que presenta un enfoque global frente a los anteriores documentos de similares características que presentaban un carácter más sectorial, no sólo está orientada hacia la defensa territorial, sino que apoya el papel de China en ámbitos como el económico y el político.

La creciente influencia de China en la región de Asia-Pacífico, el desarrollo de sistemas de armas de negación de área -conocidos en inglés como Anti-Access/Area Denial (A2/AD)-, y unas crecientes aspiraciones en el ámbito marítimo, materializadas no sólo por las antedichas reclamaciones territoriales, sino también por el creciente despliegue de medios navales militares y civiles en la región, y el establecimiento de acuerdos bilaterales con otros países para permitir el uso de sus instalaciones portuarias, tanto en la región del Océano Pacífico, como en el Océano Indico dando lugar a lo que ha sido conocido como “el collar de perlas”; han provocado un sinfín de suspicacias en los países de la región y también en los Estados Unidos, única potencia marítima en la zona tras la Segunda Guerra Mundial.
En este contexto, la Administración Obama inició un giro estratégico hacia Asia con la publicación de la Revisión Cuatrienal de la Defensa de 2014, que fue reforzado con eldiscurso del Presidente de los Estados Unidos en la Academia Militar de West Pointen mayo de 2014, y posteriormente con la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional del año 2015. Giro que, en el ámbito de la seguridad marítima, ha ofrecido un nuevo episodio con la publicación de la Estrategia de Seguridad Marítima para la región de Asia-Pacífico a finales del mes de julio.

La estrategia de seguridad marítima de los estados unidos en la región de Asia - Pacífico

La Estrategia de Seguridad Marítima para la región, publicada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, presenta en su desarrollo un análisis del contexto estratégico y plantea los objetivos nacionales a alcanzar y las líneas de esfuerzo del Departamento de Defensa para garantizar la seguridad marítima, en una región donde los Estados Unidos mantienen intereses económicos y de seguridad.


El entorno estratégico

El entorno estratégico regional, de acuerdo a esta nueva Estrategia, se caracteriza de forma general por haber mantenido un notable desarrollo económico y un evidente equilibrio en el ámbito de la seguridad, convirtiéndose en una de las regiones más importantes en el ámbito global, con una especial relevancia en el ámbito marítimo, ya que a través de ella discurre una gran parte del comercio mundial de contenedores y de los flujos energéticos internacionales. No obstante, la Estrategia hace hincapié en el hecho de que el rápido crecimiento económico, unido a una modernización generalizada en el ámbito militar y a la multitud de demandas territoriales que se producen en su seno, han incrementado la amenaza de que pueda producirse un conflicto armado entre países; que se une a otras ya existentes, de carácter no tradicional, como los tráficos ilícitos de todo tipo, la piratería y los desastres naturales.

Al analizar las características del entorno estratégico, la Estrategia centra su atención en las reclamaciones territoriales entre los diferentes Estados, la modernización de los medios navales, tanto militares como de las agencias de seguridad civiles y en los desafíos a los que se enfrenta la región en el ámbito marítimo.

Las reservas energéticas y el potencial pesquero de la región se sitúan en el origen de las múltiples reclamaciones territoriales que se concentran en esta región, que el documento revisa de forma somera. En términos generales, los Estados Unidos no toman posición frente a ninguna de las reclamaciones territoriales en curso en la región, que espera sean resueltas de forma pacífica, aunque sí reconocen de forma expresa la administración japonesa de las Islas Senkaku[2].

Por un parte, en el Mar de China Meridional la Estrategia apunta a las acciones y retórica de China como uno de los principales elementos de inestabilidad ya que, en opinión de la Administración estadounidense, no existe claridad sobre la naturaleza de sus reclamaciones territoriales. Además, entre las reclamaciones existentes se encuentran algunas que se oponen a los acuerdos internacionales en vigor en lo relacionado con el derecho de paso inocente y el desarrollo de actividades militares, por parte de terceros Estados, en las Zonas de Exclusión Económica (ZEE) [3].
Por otra parte, en el Mar de China Oriental el principal foco de inestabilidad es situado en las reclamaciones territoriales de Japón y China sobre las Islas Senkaku. La Estrategia considera que las reclamaciones de China no se ajustan al ordenamiento jurídico internacional y condena expresamente la declaración de Zonas de Identificación de Defensa Aérea y el uso inapropiado de los medios de las agencias de seguridad marítima de carácter civil.

El crecimiento económico y el incremento de las reclamaciones territoriales ha dado lugar a una rápida modernización de los medios militares y civiles responsables de la seguridad marítima en la región. Esta proliferación de medios navales incrementa el riesgo de que pueda producirse algún tipo de conflicto entre los diferentes Estados. Nuevamente la Estrategia señala directamente a China al hacer referencia expresa a la modernización tanto de sus medios militares, como los de sus agencias civiles. Esta modernización, establece el documento, no se dirige exclusivamente a contrarrestar la tecnología militar de los Estados Unidos, o a hacer frente a un potencial conflicto con Taiwán, sino también a apoyar el carácter expedicionario del Ejército Popular de Liberación.
En cuanto a los desafíos que enfrenta la región en el ámbito marítimo, la Estrategia centra su atención en el creciente empleo de medios no militares con la intención de coaccionar a terceras partes, las maniobras peligrosas en la navegación aérea y marítima por parte fundamentalmente de medios militares, las reclamaciones territoriales y la construcción de islas artificiales. En todos estos aspectos, nuevamente, el documento señala a China como el actor más activo en la región. En concreto, confiere una gran importancia a la construcción de islas artificiales, ya que las eventuales instalaciones que podrían llegar a albergar podrían proporcionar una capacidad de proyección estratégica importante a este país en el Mar de China Meridional.

Objetivos y Líneas de Esfuerzo

Ante este entorno estratégico, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos plantea tres objetivos en el entorno marítimo y cuatro líneas de esfuerzo que contribuyan a su consecución. Los objetivos establecidos son: la salvaguarda de la libertad, en sentido amplio, en las aguas internacionales de la región; la disuasión frente intentos de coacción o conflictos; y la promoción del respecto al derecho y convenciones internacionales[4]. Para alcanzar estos objetivos, el Departamento de Defensa establece cuatro líneas de esfuerzo que permiten una aproximación integral a la situación y requieren el apoyo de otros Departamentos de la Administración estadounidense.

La primera línea de esfuerzo se orienta hacia el refuerzo de las capacidades militares en la región con objeto no sólo de contribuir a alcanzar un nivel de disuasión que evite el desarrollo de conflictos o la ejecución de acciones coercitivas, sino también para ofrecer una respuesta eficaz ante cualquier amenaza si fuese necesario. Esta línea se fundamenta en el desarrollo y modernización de capacidades (Investments and Capabilities), el despliegue de medios sobre la base de un modelo más distribuido (Force Posture) y la realización de ejercicios de adiestramiento, tránsitos y operaciones, bien de forma unilateral, bien de forma combinada con socios y aliados, que refuercen la presencia en la región (Operations, Exercises and Training).

La segunda línea de esfuerzo se orienta hacia la construcción de alianzas y el incremento de capacidades de los países de la región, todo ello para incrementar las capacidades de seguridad marítima regional y alcanzar un elevado conocimiento del entorno marítimo (Maritime Domain Awareness) que faciliten las respuestas de forma oportuna y eficaz ante los desafíos existentes.

La tercera línea de esfuerzo se orienta hacia la reducción del riesgo a través de dos direcciones. La primera centrada en las relaciones bilaterales con China que son definidas sobre la base de la cooperación, pero también de la competición; y la segunda centrada hacia la toma de medidas que permitan reducir los riesgos en toda la región a través de mecanismos como reuniones entre partes, protocolos de actuación comunes, etc.[5]
La cuarta y última línea de esfuerzo se orienta hacia la construcción de una arquitectura regional de cooperación que promueva los convenios y protocolos internacionales. El documento destaca fundamentalmente en este ámbito a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y a su reunión de Ministros de Defensa (Defense Ministers Meeting Plus - ADMM-Plus).

Valoración

El entorno marítimo de la región Asia-Pacífico se vislumbra como una arena donde comienzan a confluir dos dinámicas opuestas. De un lado, el intento de mantener el statu quo vigente por parte de los Estados Unidos, única potencia naval en la región tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. De otra parte, la renovada orientación de China hacia las aguas oceánicas con una visión más global, acorde a su realidad política y económica actual.


Si bien es cierto que no puede esperarse a corto plazo que China desarrolle unas capacidades marítimas oceánicas que puedan enfrentarse a las que poseen los Estados Unidos, el desarrollo de los acontecimientos en la región puede dar lugar a incidentes no previstos, que junto con la percepción de las diferentes sociedades y el momento político particular de cada uno de los Estados, pueden dar lugar a incrementos puntuales de tensión.

El anunciado giro estratégico de los Estados Unidos hacia Asia se materializa con la publicación de esta Estrategia en un ámbito predominante en la región, el marítimo. A juicio subjetivo, las reiteradas referencias a China en el documento parecen conferirle un objetivo general más orientado a su contención que al fomento de la seguridad marítima regional.

China defiende a ultranza su esencia, la soberanía estatal y su corolario, el principio de no injerencia. En este sentido, China no es tanto una amenaza a los pilares del orden internacional como un desafío a las potencias tradicionales del sistema interestatal y al reparto de poder que operan en alguna de las instituciones secundarias del orden[6]. Evitar el dominio estadounidense en Asia es una de las grandes preocupaciones exteriores chinas, especialmente desde que en 1999, Estados Unidos, reconociendo que la parte del león de la historia política y económica del siglo XXI se escribiría en Asia, formulara la estrategia del reequilibrio o del giro asiático.

Por otra parte, el “momento histórico” que vive China, fundado en su desarrollo político y económico, así como en una gran estabilidad en el ámbito continental, le ha llevado a afrontar un retorno al entorno oceánico con el objetivo de garantizar su desarrollo; en lo que parece ser un rumbo de colisión con los Estados Unidos, la única potencia naval en la región desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que previsiblemente pondrá una gran energía en evitar cualquier minoración en su carácter hegemónico.
La interdependencia en múltiples ámbitos, fundamentalmente el económico, entre China, Estados Unidos y el resto de países, no sólo en la región, sino también en el resto del mundo, hacen necesario un entorno de colaboración y construcción de confianza mutua en el que China debe hacer énfasis en el carácter defensivo de sus acciones, y Estados Unidos debe dejar de considerar cualquier avance de China como una acción ofensiva. Tal como escribió Kissinger en The New York Times “Esta generación de líderes tiene la oportunidad de construir las relaciones a través del Pacífico a partir del modelo de destino común, de modo similar a como se hizo con las relaciones a través del Atlántico después de la guerra [Segunda Guerra Mundial]”[7].
*Samuel Morales Morales. Departamento de Seguridad Nacional. Presidencia del Gobierno (España).

[1] China mantiene reclamaciones sobre las islas Senkaku con Japón, sobre las islas Paracelso son Vietnam con Filipinas y Taiwán en el arrecife de Scarborough; y con Filipinas y Taiwán en las islas Spratly.

[2] Las islas Senkaku son denominadas por las autoridades chinas como islas Diaoyu.

[3] De acuerdo a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el derecho de paso inocente se entiende como el derecho de los buques de todos los Estados a atravesar el mar territorial de un Estado sin penetrar en las aguas interiores ni hacer escala en una rada o una instalación portuaria fuera de las aguas interiores; o dirigirse hacia las aguas interiores o salir de ellas, o hacer escala en una de esas radas o instalaciones portuarias o salir de ella (Artículo 18.1). Por otra parte, la utilización exclusiva de la alta mar con fines pacíficos, establecida en el artículo 88, no limita el desarrollo de maniobras militares. Disponible en:
http://www.un.org/depts/los/convention_agreements/texts/unclos/convemar_es.pdf

[4] La Estrategia hace un llamamiento expreso al respeto a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, a pesar de Estados Unidos no ha ratificado la antedicha Convención. Disponible en:
http://www.un.org/Depts/los/reference_files/chronological_lists_of_ratifications.htm(Consultado el 4 de septiembre de 2015).

[5] Actualmente existen en la región una variedad de mecanismos orientados hacia la reducción del riesgo tales como, entre otros: Military Maritime Consultative Agreement(MMCA), Shared Awareness and Deconfliction meetings (SHADE), Code for Unplanned Encounters at Sea (CUES) y Memorandum of Understanding (MOU).

[6] Ángels Pelegrín y Helena Torroja, China hoy. Claves para entender su posición en el tablero internacional, Ediciones Jurídicas y Sociales S.A. Madrid, 2014.

[7] Eugenio Bregolat “Más sobre las relaciones China-Estados Unidos”, Política Exterior, Noviembre-Diciembre 2013.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Un avance simultáneo en los dos objetivos de Pekín


Por Neil Irwin  | The New York Times - Vía diario La Nación.

NUEVA YORK.- Hay dos cosas que el gobierno de China quiere con desesperación. Primero, niveles altos de crecimiento y empleo, para mantener cierto equilibrio económico. Segundo, que su moneda, el renminbi o yuan, se convierta en una divisa de alcance mundial que ayude a impulsar las objetivos diplomáticos del país y a consolidar la centralidad de China para la economía mundial.

Muchas veces, esos dos objetivos entran en conflicto. Pero ayer China logró un avance simultáneo en ambos frentes. Eso explicaría las resonantes noticias que llegan desde Pekín y que señalan que el gobierno cambiará la forma en que maneja el yuan para que la cotización de esa moneda responda más fielmente a las fuerzas del mercado.

El resultado inmediato fue una devaluación del 1,8% frente al dólar. Para el yuan se trata de una fluctuación importante, si se toma en cuenta que hasta ahora la política del gobierno era mantener una estricta franja cambiaria, cuyo cumplimiento quedaba garantizado por las restricciones legales a la transferencia de capitales y por los billones de dólares de reservas internacionales que tiene el país. En una ronda de operaciones normal, el yuan solía moverse apenas unos pocos centésimos hacia arriba o hacia abajo respecto del dólar.

Pero un 2% de caída en el valor de la moneda, aunque comparativamente grande, no representa un verdadero problema. Durante el último año, el dólar se valorizó un 22% frente al euro, y el yen su hundió un 24% frente al dólar entre fines de 2012 y principios de 2013. Lo fascinante de la jugada de Pekín es que revela el enfoque que le ha dado China a su política monetaria y su economía, y el rol a futuro de ese país en el sistema financiero global.

La economía china indudablemente atraviesa un momento difícil, o tal vez algo peor. Los índices de crecimiento de dos dígitos van quedando en el pasado y el modelo de crecimiento impulsado por la dupla inversión-exportaciones parece agotarse. La estrepitosa caída de la bolsa en los últimos meses termina de complicar el panorama. Además, están los costos ocultos de la estrategia del gobierno de mantener el yuan dentro de una franja cambiaria frente al dólar, lo que ha implicado que China no haya podido utilizar la devaluación, una herramienta crucial que usan los países cuando sus economías pierden fuerza.

Anteayer, el yuan se ubicaba más o menos en la misma cotización frente al dólar que a mediados de diciembre. Pero durante ese lapso el precio de la divisa norteamericana subió un 8,7%, lo que implica que el dólar, y por extensión el yuan, subieron juntos frente a las monedas de otros países desarrollados. Sujetar el valor de la moneda local al precio del dólar tuvo sus beneficios, pero en el último año los costos de esa estrategia fueron elevados: el aumento del yuan frente a la moneda de sus competidores y socios, justo en momentos en que los cimientos de la economía china piden que el yuan se deprecie.

Mientras tanto, China busca ocupar un rol de mayor liderazgo en la economía global, y una parte importante de esa estrategia es consolidar el yuan como moneda de reserva internacional. El dólar y el euro tienen un alcance y una utilidad que exceden ampliamente las fronteras de sus países emisores. China quisiera que el yuan tuviera una influencia similar para el comercio y las finanzas, especialmente en Asia.

Pero no es posible convertirse en una moneda de reserva mundial con la cantidad de restricciones que China insiste en aplicar. El dólar no tendría la centralidad que tiene en las finanzas globales si el gobierno de Estados Unidos declarara ilegal cambiarlo por otras monedas, con prohibiciones legales y una intervención agresiva para impedir que su valor fluctúe en respuesta a las fuerzas del mercado. En otras palabras, China quiso algunos de los importantes beneficios diplomáticos que se derivan de un yuan fuerte, pero sin pagar el precio internamente.

Hace apenas una semana, el FMI dijo que el yuan no estaba listo aún para pasar a integrar la canasta de monedas que la institución usa para "derechos especiales de giro", un fondo de reserva conformado actualmente por una mezcla de dólares, euros, yenes y libras. Christine Lagarde, directora del FMI, dijo que la moneda china debería ser "de uso más libre". Ayer, con su cambio de política monetaria, Pekín dio un importante paso en ese sentido.

Pero eso no implica que la movida no tenga sus costos. Un yuan más barato significa más inflación y un aumento de la carga en dólares que adeudan las empresas, lo que podría desatar una nueva ola de cierres y bancarrotas. Tal vez lo más importante sea el largo plazo, ya que si China libera la cotización de su moneda, también estará renunciando a una herramienta crucial que el gobierno ha utilizado para protegerse de las fluctuaciones de la economía global. Los dirigentes chinos se negaban a renunciar a ese poder, por eso el anuncio de ayer causó tanta conmoción en los mercados del mundo.

Pero no todos los días un cambio de política ayuda a alcanzar dos grandes objetivos nacionales al mismo tiempo. Y al parecer, cuando vieron la oportunidad, los líderes de China estuvieron dispuestos a ceder una pequeña cuota de poder, con la esperanza de obtener mejores resultados internos y de ocupar un rol más protagónico en el sistema financiero internacional.

Traducción de Jaime Arrambide

lunes, 27 de julio de 2015

China amplía su poder y hace sentir su peso

Por Keith Bradsher y Clifford Krauss  |  The New York Times
Con nuevas inversiones y exigencias, inicia una política más agresiva
La represa hidroeléctrica que está construyendo China en Ecuador. Foto: NYT 

EL CHACO, Ecuador.- Allí donde los Andes se unen con el Amazonas, unos 1000 ingenieros y trabajadores chinos vierten concreto para una represa y un túnel de 24 kilómetros. El proyecto, de US$ 2200 millones, surtirá con agua de río a ocho gigantescas turbinas chinas, que producirán suficiente electricidad para iluminar una tercera parte de Ecuador.

Cerca del puerto de Manta, en el Pacífico, bancos chinos están en negociaciones para otorgar un préstamo de US$ 7000 millones destinados a la construcción de una refinería que convertiría a Ecuador en un actor clave en la producción de derivados de petróleo a nivel global. Los bancos estatales chinos ya invirtieron US$ 11.000 millones en Ecuador, y el gobierno pide más.

Ecuador es un país con poco peso en el escenario mundial. Sin embargo, la rápida expansión de la presencia china dice mucho sobre el cambiante orden global, ya que Pekín avanza y Washington, gradualmente, pierde terreno. Aunque China ha ocupado un lugar preponderante en la economía mundial durante décadas, ahora ejerce su peso financiero en el mundo con la confianza y los objetivos de una superpotencia.

Pekín ahora está afianzando agresivamente su influencia económica para ganar aliados diplomáticos, invertir su vasta riqueza, promover su moneda y garantizar acceso a los recursos naturales que tanto requiere. Se trata de una nueva fase de la evolución de China. A medida que la riqueza de esta nación aumenta y sus necesidades cambian, el presidente Xi Jinping y otros líderes de gobierno buscan que China extienda su alcance a escala global.

Se espera que muy pronto la moneda china, el renminbi, sea reconocida como una divisa de reserva mundial, para formar parte de la élite monetaria junto con el dólar, el euro, la libra esterlina y el yen. El banco de desarrollo estatal de China ya supera al Banco Mundial en créditos internacionales. Y su esfuerzo por crear una institución con fondos internacionales para financiar proyectos de transporte e infraestructura cuenta con el apoyo de 57 países, incluyendo varios de los aliados más cercanos de Estados Unidos, a pesar de la oposición del gobierno de Obama.

Ni la actual depresión de la Bolsa podrá hacer flaquear la determinación del país. China tiene aproximadamente 4 billones de dólares en reservas, que está resuelta a invertir en el extranjero para obtener ganancias y ejercer su influencia.

El creciente poder económico de China coincide con una política exterior cada vez más asertiva; ahora construye portaaviones, submarinos nucleares y aviones cazas furtivos. En el mar, donde lleva a cabo varias disputas territoriales, China está convirtiendo los arrecifes y atolones cercanos al sur de Filipinas en islas artificiales, con al menos una pista de aterrizaje capaz de recibir a los aviones militares más grandes. Estados Unidos objeta esta maniobra: ya realizó vuelos de inspección en el área y analiza enviar buques de guerra.

Los líderes chinos consideran que la inversión en el extranjero es simbiótica. "La actual cooperación industrial entre China y América latina llega en un momento preciso", expresó el primer ministro Li Keqiang durante una visita a Chile a fines de mayo. "China cuenta con capacidad de fabricación de equipo y tecnología integrada a precios competitivos, mientras que América latina tiene la demanda de expansión de infraestructura y actualización industrial", agregó.

No obstante, este despliegue de fuerza financiera también vuelve más vulnerable a China, y al resto del mundo. Desde hace ya un tiempo China es el motor del crecimiento global, pero ahora está asumiendo nuevos riesgos al exponerse a regímenes políticos inestables, mercados emergentes volátiles y otras fuerzas económicas fuera de su control.

Cualquier problema podría impactar el crecimiento de China, en especial en un momento en el que ya se está desacelerando. Los recientes tropiezos en la Bolsa de Valores del país añadieron presión, ya que el gobierno está tomando medidas enérgicas para estabilizar la situación.
Aunque China tiene recursos sustanciales para resistir choques financieros graves, su estabilidad en general es importante. Cuando China sufre un desmayo, los efectos se sienten a nivel mundial, en las empresas, industrias y economías que dependen de este país como motor de crecimiento.

En muchos casos, China va por un camino que Occidente es reacio a recorrer, ya sea por motivos financieros o políticos (o ambos). Luego de haber sido golpeada por las sanciones debido a la crisis con Ucrania, Rusia, que está al borde de una recesión, estrechó sus lazos con China. La lista de acreedores en África y Medio Oriente incluye a varios de los regímenes y economías inestables que podrían tener problemas para pagar los créditos chinos, como Yemen, Siria, Sierra Leona y Zimbabwe.

Consciente de su poderío, China está forzando a los otros países a jugar según sus reglas financieras, lo cual puede resultar oneroso. Muchos países en desarrollo pagan tasas de interés exorbitantes a cambio de créditos, y ceden los derechos sobre sus recursos naturales por años. China es dueña del 90% de las exportaciones petroleras de Ecuador, que se usan básicamente para pagar deuda.

Las normas internacionales limitan la manera en que Estados Unidos y otros países industrializados pueden vincular sus créditos a tales acuerdos, pero China no está obligada a seguir estas normas pues todavía se lo considera un país en desarrollo.Éste es uno de los motivos por los que el esfuerzo de China para construir un fondo internacional de desarrollo, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, se ha enfrentado con la oposición de Estados Unidos. A Washington le preocupa que China cree sus propias reglas, con menores expectativas de transparencia y manejo ambiental.
  
Aunque China ha buscado apaciguar esos temores, su cartera de proyectos en todo el mundo impone condiciones durísimas. Desde 2005, el país ha entregado cerca de 417.000 millones de dólares en contratos de construcción, muchos amarrados a contratos de crédito más amplios.

China también tiene un récord cuestionable en lo que se refiere a seguridad laboral, normas ambientales y gerencia de empresas. Aunque las inversiones chinas han creado empleos en muchos países, los expertos en desarrollo están preocupados pues Pekín está exportando sus peores prácticas.

La influencia de China, en todo caso, es inigualable. Es el comprador más grande de petróleo a nivel mundial, lo que hace que tenga una influencia sustancial en la petropolítica. Es el socio comercial predilecto de cada vez más países, y lleva la delantera ante las naciones occidentales. La inversión extranjera directa de China (el dinero que gasta cada año en el exterior en terrenos, fábricas y otras operaciones comerciales) es la segunda del mundo, después de Estados Unidos. El año pasado superó a Japón.

Las empresas chinas ocupan un lugar crucial en el auge de construcción a nivel global, principalmente financiado por bancos chinos. Están construyendo plantas eléctricas en Serbia, fábricas de vidrio y cemento en Etiopía, viviendas populares en Venezuela y gasoductos en Uzbekistán.

Esta sorprendente evolución sucedió en poco tiempo.

Si bien China progresó económicamente durante el régimen de Mao, sus políticas dejaron al país cada vez más aislado y turbulento. Después de que los comunistas llegaron al poder en 1949, cientos de miles de personas fueron ejecutadas, acusadas de oponerse a la revolución o de poseer demasiados terrenos. Y a finales de la década de 1950, decenas de millones murieron a causa de la hambruna. La Revolución Cultural, que inició en 1966, trajo consigo una década de violencia y estancamiento económico.

Cuando China empezó a abrir su economía en la década de 1970, era una de las naciones más pobres. El gobierno tuvo que luchar para atraer a empresas e inversionistas.

Una de las primeras multinacionales que entraron fue American Motors Corporation, que construyó una fábrica en Pekín. Al principio, el proyecto buscaba producir jeeps para exportarlos a Australia, en lugar de construir autos para consumidores chinos que, en su mayoría, todavía montaban bicicletas.

Para Gerald Meyers, director general de la empresa automotriz en aquella época, el mercado chino no parecía importante. Ni siquiera se molestó en visitar el país. "No le dedicamos muchas conversaciones en nuestra sala de reuniones", dijo, y agregó: "En realidad, estábamos intentando sobrevivir en nuestro mercado nacional."

Hoy en día, China produce dos millones de autos al mes, mucho más que cualquier otro país. Esto refleja la transformación más amplia de su economía, de una sociedad agraria aislada hasta convertirse en un fabricante mundial.

El cambio ha generado mucha riqueza. No obstante, también ha traído nuevas demandas, como el hambre insaciable de energía para sustentar la economía. Esto ha obligado a China a mirar más allá de sus fronteras para invertir esas riquezas y satisfacer sus necesidades.

China está jugando tanto a la ofensiva como a la defensiva. Por su creciente dependencia del petróleo extranjero, los dirigentes chinos ha seguido el ejemplo de Estados Unidos y otras economías grandes en la búsqueda de poseer más campos petrolíferos en el extranjero (o, al menos, poseer el crudo que producen) para garantizar un suministro estable.

En años recientes, las compañías petroleras paraestatales de China han adquirido grandes participaciones en operaciones petroleras en Camerún, Canadá, Kazakhstán, Kirguistán, Irak, Nigeria, Santo Tomé y Príncipe, Sudán, Uganda, Estados Unidos y Venezuela.

"Al utilizar recursos y mercados extranjeros, debemos considerarlo desde la perspectiva de estrategia nacional", dijo el primer ministro Li en 2009, cuando era viceprimer ministro. "Si los recursos provienen principalmente de un país o de un lugar con frecuente inestabilidad, la seguridad económica nacional se verá eclipsada cuando ocurra una emergencia.".
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